miércoles, 25 de junio de 2014

Pensamiento

Me dice una madre:
"Mi hijo no es el hijo que quería, pero es el hijo que necesitaba mi vida"

 Es breve pero creo que se merecía un post.


jueves, 19 de junio de 2014

Metáfora sobre la inclusión

Si organizamos un banquete, ¿podemos comer todos? 

Texto extraído de: Lombardi, R. y Espinosa, J. (2006) (Coords.). Iguales en la diversidad. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. 
Cuentan que un hombre de la ciudad (Señor Ramón, le llamaremos) se encontró con un viejo conocido a quien no veía desde hacía mucho tiempo. El Señor Ramón tenía previsto celebrar al día siguiente una cena con un grupo de amigos, a los cuales también hacía años que no reunía. Aprovechó este encuentro e invitó a cenar a su viejo conocido. El Señor Ramón era un buen cocinero y preparó una cena espléndida: entrantes variados, guisos de toda clase y un magnífico pastel de frutas confitadas. Todo ello, además, regado con buenos vinos, tal y como merecía la ocasión. El mismo día de la cena, el Señor Ramón cayó en la cuenta de que su amigo –no recordaba bien por qué- tenía que tener mucho cuidado con lo que comía y que, seguramente, nada de lo que había preparado con tanto cuidado le haría bien. Enseguida, le llamó por teléfono, explicándole lo que pasaba. Sintiéndolo mucho, le dijo, es mejor que no vengas, te avisaré cuando celebre otra reunión.
En la misma ciudad otro señor (Señor Martín, le llamaremos) se encontró en la misma situación. También había preparado una gran cena para sus amigos y había invitado a un antiguo compañero con el que se había encontrado un par de días antes. La misma tarde de la cena, otro de los invitados le hizo caer en la cuenta de que, por si no se acordaba, el viejo amigo no podía comer de todo. El Señor Martín, que había olvidado este detalle, corrió a telefonear a su amigo para preguntarle si aún tenía el mismo problema. No te preocupes, le aseguró, ven de todos modos, y te prepararé un plato de verdura y pescado a la plancha.
Curiosamente, un tercer hombre (Señor Alfredo, esta vez), también muy respetado se encontró en un caso idéntico. Cuando ya lo tenía todo a punto, se acordó de que aquel a quien había invitado a última hora tenía que seguir una dieta muy estricta. Entonces, cambió el menú deprisa y corriendo: seleccionó algunos entrantes que también podía comer su viejo amigo, guardó los guisos en el congelador para otra ocasión, e improvisó un segundo plato, también espléndido, que todo el mundo pudiera comer. También retocó el pastel y en vez de fruta confitada le puso fruta natural. Llegada la hora de la cena, todos juntos comieron de los platos que el anfitrión, amablemente, les ofreció.

¿Qué ventajas e inconvenientes tiene cada una de estas tres opciones para el cocinero? ¿Y para la mayoría de los comensales? ¿Y para el invitado de última hora? Si estuvieras en el papel de invitado de “última hora”, ¿en cuál de estas situaciones te sentirías más incluido en la cena?

Reflexión: Aunque seguramente habrás tomado una decisión respecto al escenario en el que personalmente te gustaría encontrarte en esta «invitación», no habrás dejado de apreciar que los tres podían tener algo de comprensible y de positivo, al menos desde algún punto de vista. Así, por ejemplo, podría decirse que la tercera opción es, quizá, más costosa en términos económicos y requiere de un anfitrión con recursos para improvisar una nueva cena. La segunda situación no cuesta tanto, aunque puede hacer sentirse un tanto incómodo al invitado, al apreciar que recibe un trato especial y distinto al de la mayoría. Por último, en el primer escenario podemos pensar que, siendo un invitado especial, es mejor atenderlo como se merece en otra ocasión...



martes, 17 de junio de 2014

Derechos del docente inclusivo

Como se suele decir al hablar de este tema tan actual últimamente, en realidad, no existe la inclusión sino los docentes inclusivos. Si en una entrada anterior hablamos de algunos de los deberes de los docentes  en esta misión  es hora de mencionar sus derechos. 

Como docente inclusivo tienes derecho a…
  • Recibir formación. Y a que ésta sea de calidad, útil, actual y relevante para desempeñar tu labor en el aula.
  • Tener tiempo para aprender y asimilar todos los cambios que se están produciendo en el sistema educativo. También a ir despacio en este proceso de aprendizaje, a no tener que hacer las cosas “mal y rápido”.
  • Quejarte, de vez en cuando, de aquellas medidas que no ves adecuadas, de decisiones que toman otros por ti, de la falta de flexibilidad del sistema, de las normas impuestas sin pensar en los beneficios y desventajas para el aula.
  • Reconocer: no se qué hacer sin que te digan que eres un mal docente, o un maestro poco creativo, o incluso te acusen de que no te interesa el bien de tus alumnos.
  • Cambiar la manera de funcionar, innovar en tu metodología, “darle la vuelta” a tu enseñanza pero, progresivamente. A no cambiar el sistema educativo de un día para otro sino a contribuir, desde tu aula, desde tus actividades, desde tus actitudes, a un cambio global.
  • Pedir que se valoren tus logros y tus esfuerzos por ser un docente inclusivo, aun cuando los resultados no sean los esperados. A recibir palabras de aliento y ánimo. A escuchar, de vez en cuando, la palabra “gracias”.
  • Solicitar colaboración de otros especialistas. También derecho a no ser un “todólogo” (que todo lo sabe, todo lo tiene que conocer, y todo lo tiene que solucionar). A contar con más manos para que te den apoyo en tareas especialmente complejas (como atender a un alumno con una discapacidad severa).
  • No tener la responsabilidad absoluta de que todo, siempre, salga perfecto. Derecho a no estar aislado, a no sentir todo el peso del avance de un alumno. A sentirte acompañado en este camino y a ser parte de una comunidad que trabaja en una misma dirección.
  • Aprender y desaprender, a tener éxitos y fracasos, a hacer las cosas bien y a hacerlas mal, sin que por ello se te “crucifique”.
  • Realizar propuestas, investigar. Derecho a plantear maneras diferentes de hacer las cosas, a no dejarte llevar por la corriente ni por el hay que hacerlo así y punto. 

Y, finalmente, derecho a disfrutar de tu trabajo y de tus alumnos, con y sin discapacidad. A no vivir angustiado por el: ¿lo estaré haciendo bien? A plantearte objetivos asequibles e ir cumpliéndolos poco a poco, recorriendo el camino con alegría y tranquilidad. A vivir, realmente, la inclusión como un reto profesional y personal y no sentir que es una amenaza constante

miércoles, 11 de junio de 2014

"El abogado"

El primer paso para capacitar a madres y padres como apoyos y modelos de autodeterminación para sus hijos/as con discapacidad es hacerles conscientes de las barreras / facilitadores que, día a día, presenta el entorno familiar. Para ello, suele ser de utilidad mover a los padres para que se sitúen en el lugar de sus hijos. Como se suele decir, ponerse  en sus zapatos… 

Objetivo
Empatizar con la persona con discapacidad. Comprender cómo actuamos, muchas veces, y hablamos en su nombre (con la mejor de las intenciones) sin darle la oportunidad de decidir, opinar, expresarse por ella misma, etc.

Procedimiento
Una por una, se va realizando una pregunta a cada persona. Responderá siempre la persona situada a su derecha, expresando su opinión (como si le hubieran preguntado a ella). El profesional, sin embargo, únicamente se dirige a la persona que permanece callada.

Posibles preguntas
  • ¿Cuál es tu color favorito?
  • ¿Qué país te gustaría visitar?
  • ¿Te gusta el fútbol?
  • ¿Cuál es tu comida favorita?
  • ¿Se te da bien cocinar, eres buen/a cocinero/a?
  • ¿Cuál es la última película que has visto?
  • ¿Eres ordenado o desordenado? 
  • ¿Te gustan los animales? 
  • ¿Qué es lo que más te gusta de tu país, y lo que menos?
  • Si te tocara la lotería, ¿qué harías con el dinero?
  • Dime el nombre de un buen amigo tuyo de cuéntame cómo lo conociste
  • ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?
  • ¿Te interesa la política? 
  • ¿Qué piensas hacer en las vacaciones de verano?
  • ¿Qué es lo que más te gusta de tu ciudad?
  • ¿Qué te gusta más, el mar o la piscina?
  • ¿Me podrías contar algún recuerdo de cuando eras pequeño en la escuela?
  • ¿Qué vas a hacer esta tarde?
  • Si pudieras cambiar de profesión, ¿qué te gustaría ser?
  • Dime alguna actividad que te divierta mucho
  • ¿A qué hora te levantas por la mañana?

Reflexión
  • ¿Cómo te has sentido cuando alguien responde por ti? (describe las emociones) 
  • ¿Has sentido el impulso de hablar? ¿Has mirado a la otra persona? ¿Cómo te has sentido cuando te preguntaban directamente, mirándote, pero contestaba otra persona?
  • ¿Han acertado? ¿Encajaba con lo que hubieras respondido tú? ¿Cuál ha sido tu reacción al escuchar su respuesta?
  • En el caso de que la persona de tu derecha haya coincidido con lo que pensabas, ¿aun así hubieras preferido expresarlo tú?
  • Si te ocurriera esto en la vida real, ¿cómo reaccionarías?
  • ¿Crees que actúas así alguna vez con tu hijo/a? ¿Cómo crees que se siente?  

lunes, 9 de junio de 2014

Estar, aprender y participar


Presencia, aprendizaje y participación son los ejes de la inclusión educativa. En el caso de los niños con discapacidad resulta especialmente complicado “traducir” estas condiciones en una realidad. Sin embargo, cada una de ellas es absolutamente necesaria.  Recordemos que: 
  • No podemos hacer inclusión “a distancia”: en centros especiales, con programas especiales, a cargo de profesionales especiales, mediante actividades especiales, en mundos especiales
  • Si el alumno está, pero no aprende, no es inclusión.
  • Si el alumno está, aprende pero no participa en la vida escolar no es inclusión.

Algunas ideas que puedan inspirar el camino iniciado hacia las escuelas inclusivas y que, sobre todo, ayuden a los docentes a comprender la "mecánica" de la inclusión... 


PRESENCIA:

Básicamente consiste en que alumnos con y sin necesidades especiales compartan espacios y tiempos. Es decir, cuidar que realmente el niño/a esté presente en la convivencia diaria (Es que como la silla de ruedas ocupa mucho, lo ponemos siempre detrás, donde no estorba al resto. Cuando llueve, no sale al patio y se queda en el gimnasio porque nos da miedo que se coja algo,  en música no participa en las actividades porque se mueve tan poco que no sé qué instrumento darle…). De hecho, es la poca relación que históricamente hemos tenido con personas con discapacidad la que hace que se mantengan prejuicios, miedos, mitos, etc. Por eso, el primer paso para conseguir una escuela (sociedad) inclusiva es: estar en el mismo centro educativo, el mismo barrio, mismo cine, mismo mundo. Las personas con discapacidad ni pertenecen, ni están, ni se merecen un mundo aparte.

En la escuela, debemos asegurar acceso físico y cognitivo:
  • Físico: accesos del centro y del aula, materiales, mobiliario, posibilidades de movilidad por todo el espacio del centro, control por parte del niño del contexto físico (que pueda apagar las luces, que pueda ordenar sus materiales, que sea capaz de meter sus libros en su taquilla), etc.
  • Cognitivo: organización del centro y del aula comprensible para los alumnos con discapacidad, revisión de las actitudes de los docentes hacia la discapacidad, etc. Para ello hay que analizar de manera detenida el contexto para comprobar qué obstáculos dificultan el acceso y la presencia del niño en el aula.

Las barreras físicas son relativamente sencillas de detectar (El niño no llega al baño, el aula de informática está en el quinto piso y no hay ascensor, los carteles de las aulas no son comprensibles para el niño…), pero las barreras psicológicas son complicadas de detectar y de cambiar (Los niños con discapacidad no deberían estar aquí, no tienen capacidad para aprender, están retrasando el aprendizaje del resto…). Y son precisamente estas últimas (las actitudes y percepciones de los docentes) las que marcan la diferencia.

APRENDIZAJE:

La presencia es requisito indispensable en un sistema educativo inclusivo. Pero ¿qué ocurre dentro del aula? ¿Qué pasa con la vida escolar en sí misma? ¿Aprenden los alumnos con discapacidad? ¿Logran los mismos avances académicos que si estuvieran en centros especiales? Una vez que se comparten espacios, docentes, currículum, la clave está en la diversificación metodológica. Para ello, hay que adaptar la enseñanza a las necesidades del alumno y no al revés. ¿Cómo?:

  • Planteando objetivos realistas, adecuados a las capacidades del alumno (a las que ya tiene y a las que podría desarrollar con apoyos). Sería conveniente que los objetivos para el alumno con discapacidad fueran lo más cercanos a aquellos que le corresponden por edad o etapa educativa.
  • Conociendo los estilos de aprendizaje y los intereses del alumno. Tenerlos en cuenta, realmente, a la hora de realizar las propuestas pedagógicas. Convertir los gustos e intereses en oportunidades para el aprendizaje. Y recordar que aunque el objetivo puede ser uno para todos los alumnos, las maneras de alcanzarlo son múltiples.
  • Planificando actividades inclusivas, accesibles para todos los alumnos. Buscar elementos comunes que faciliten el trabajo en el aula y nos permitan gestionar de manera eficaz el tiempo (Yo les enseño la canción a mis alumnos, y luego la adapto a lengua de signos para mi alumno que no oye, y él la aprende los miércoles por la tarde en una hora extra de apoyoà ¿Por qué no enseñar la canción, cantada y en lengua de signos, a todos los alumnos desde el principio?)
  • Proteger al alumno con discapacidad de las experiencias continuadas de fracaso. ¿Le preguntamos al niño qué se le da bien? ¿Hablamos con él sobre sus cualidades? ¿Le permitimos elegir tareas que le supongan una satisfacción personal? ¿Se refuerzan sus logros de la misma manera que los de los compañeros?
  • Servirse de los apoyos técnicos correspondiente (muchos de los cuales pueden ser incluso “creados” por los propios docentes: instrumentos musicales adaptados para el niño con parálisis cerebral, mapa en relieve para el niño que no ve bien, pictogramas para el niño con autismo, etc.). Apoyarse en especialistas en estas áreas (el docente de aula no tiene por qué ser experto en todo, sino que se tiene que servir de aquello que le facilite el trabajo diario).
  • Poner en marcha determinadas estrategias: tutorización entre iguales, trabajo cooperativo, procesos de resolución de problemas, aprendizaje a través de actividades funcionales y diarias, uso de apoyos visuales, estructuración con rutinas… Vivir cada día en el aula como una oportunidad para descubrir nuevas estrategias.

PARTICIPACIÓN:

La última condición, la participación, tiene que ver con objetivos que vas más allá de lo académico: autoconocimiento, autonomía, relaciones interpersonales, habilidades sociales… La meta final del proceso inclusivo debería ser generar un sentimiento de pertenencia en todos los alumnos. Para ello:
  • Hacer al alumno con discapacidad partícipe de la vida diaria del aula, que ofrece muchas oportunidades para el aprendizaje, más allá de las actividades propiamente académicas (en un aula hay que limpiar, organizar el espacio, realizar votaciones, preparar cumpleaños, etc.).
  • Facilitar al máximo la comunicación, teniendo en cuenta las peculiaridades del niño con discapacidad (podemos comunicarnos de muchas maneras, y no siempre tiene por qué ser mediante lenguaje oral!). Prestar atención a las relaciones que se establecen entre los alumnos en diversos espacios y tiempos (en el recreo, en las excursiones, en los pasillos…). 

Y, como siempre (y no me canso de repetirlo), la tarea fundamental de todos los profesionales: considerar a cada alumno como único, más allá de esa etiqueta de discapacidad que, en apariencia, lo define. Disfrutar y aprovechar la diversidad como una fuente de enriquecimiento personal para todosAprender de otras maneras de ver, comprender, sentir y vivir. 



miércoles, 4 de junio de 2014

#PedazosDeVidas: Tina

Tina nos ha contado que el fin de semana estuvo en la boda de una tía suya. Durante la comida, se dedicó a ir de mesa en mesa pidiendo dinero. Explica: “como soy paralítica cerebral, todo el mundo me da”. También propone ir todo el grupo a la calle a pedir dinero a la gente, diciendo que somos paralíticos cerebrales. Tina es de armas tomar….

Otro día Tina se encuentra,  en la plaza de su barrio, con una señora que pasea con su nieta pequeña. La niña lleva, a su vez, un carrito de bebé con una muñequita, flamante, vestida de rosa, con su biberón, su lazo en el pelo, sus pestañas kilométricas...

Tina se acerca a la niña y la señora, amablemente, comienza a hablar con ella. Tina, sin hacerle caso, le quita una muñeca a la niña y pregunta si se puede quedar con ella, que es una muñeca “preciosa, preciosa, preciosona, como ninguna de las mías”. La señora, un poco desconcertada, le mira con cara de pena y, cuando está a punto de decir que sí, aparece la madre de Tina y le advierte que ni se le ocurra. Cuando se alejan, la madre de Tina le regaña por su comportamiento.

La señora, que siente ahora más pena por Tina, sigue paseando.


domingo, 1 de junio de 2014

¿Por qué hablar con las familias sobre los derechos de sus hijos/as?


A veces, hablar sobre conceptos como "derecho" con las familias puede parecer algo alejado de su realidad, poco práctico o funcional. Consultar documentos o reflexionar sobre este tema incluso puede dar cierta pereza: Derechos.... Bfff... Eso es la teoría... A mí háblame de cosas que me sirvan en la vida diaria, no quiero discursos...

De alguna manera, no ven la utilidad de temas como estos que, les parece, no les solucionan problemas de su vida diaria. Pero existen varias razones por las que es importante trabajar con las familias acerca de los derechos de sus hijos/as...

(1) Primero, y aunque suene obvio, para que sean conscientes. Porque muchas de ellas, en seguida, se (mal) convencen de que sus hijos son menos, merecen menos, que el resto. Y esto ocurre a fuerza de que su contexto les niegue cosas que para los niños sin discapacidad son cotidianas. 
(2) Para protegerlas de ese sentimiento de indefensión que les genera una sociedad poco capacitada para aceptar, valorar y convivir con la diversidad. Para tener una meta clara por la que luchar y trabajar. Para evitar que sucedan cosas como: la apunté a natación y me dijeron que no podía ir, que no tenían gente preparada para trabajar con niños con síndrome de Down. Yo solo quería que lo pasara bien en el agua con otros niños. 
(3) Para convencerlos de que no pueden negar a sus hijos la oportunidad de experimentar y vivir situaciones, actividades, momentos y experiencias variadas. Para que sepan que pueden reclamar, pedir ayuda, movilizar y cambiar paradigmas en las escuelas y en la sociedad entera. Para evitar, de nuevo, situaciones como: a mi hijo le encanta el tenis, pero no he encontrado ningún entrenador preparado para enseñarle como necesita. En seguida le gritan pensando que está distraído. No comprenden que tiene autismo...  
(4) Porque no podemos permitir que las familias tengan la sensación de estar, y vivir, siempre de prestado. En sitios, escuelas, barrios, actividades, entornos... que, en el fondo, no les pertenecen y que el resto de población (“normal"), amablemente, les cedemos por un momento. Para que sepan que es tan suyo como del resto y que si su hijo necesita más apoyos, habrá que dárselos.  
(5) También porque hay que apoyar a las familias para que se sientan cómodas, satisfechas, orgullosas, viviendo la discapacidad. Para que sepan defender el valor de una vida diferente, de un modo de funcionar diferente (quizá más lento, quizá más complejo, quizá más costoso...) pero igual de válido. Para que no piensen y sientan constantemente que tienen que pedir perdón por existir. Perdón porque mi hijo grita en el cine, perdón porque hace mucho ruido, perdón por pedir que tengan un apoyo en el cole, perdón por tener que ser más paciente con él, perdón porque habla un poco más despacio...

Finalmente, para que nunca más nos tenga que decir una madre: me siento aliviada de que me hables de los derechos de mi hijo, porque hubo un punto en el que vivíamos casi escondiéndonos, para no molestar... Y ahora sé que es eso por lo que tengo que luchar...

Por eso es tan importante hablar de los derechos con las familias. 
Tan importante.