Me dice una madre:
"Mi hijo no es el hijo que quería, pero es el hijo que necesitaba mi vida"
Es breve pero creo
que se merecía un post.
"Mi hijo no es el hijo que quería, pero es el hijo que necesitaba mi vida"
Cuentan que un hombre de la ciudad (Señor Ramón, le llamaremos) se encontró con un viejo conocido a quien no veía desde hacía mucho tiempo. El Señor Ramón tenía previsto celebrar al día siguiente una cena con un grupo de amigos, a los cuales también hacía años que no reunía. Aprovechó este encuentro e invitó a cenar a su viejo conocido. El Señor Ramón era un buen cocinero y preparó una cena espléndida: entrantes variados, guisos de toda clase y un magnífico pastel de frutas confitadas. Todo ello, además, regado con buenos vinos, tal y como merecía la ocasión. El mismo día de la cena, el Señor Ramón cayó en la cuenta de que su amigo –no recordaba bien por qué- tenía que tener mucho cuidado con lo que comía y que, seguramente, nada de lo que había preparado con tanto cuidado le haría bien. Enseguida, le llamó por teléfono, explicándole lo que pasaba. Sintiéndolo mucho, le dijo, es mejor que no vengas, te avisaré cuando celebre otra reunión.
En la misma ciudad otro señor (Señor Martín, le llamaremos) se encontró en la misma situación. También había preparado una gran cena para sus amigos y había invitado a un antiguo compañero con el que se había encontrado un par de días antes. La misma tarde de la cena, otro de los invitados le hizo caer en la cuenta de que, por si no se acordaba, el viejo amigo no podía comer de todo. El Señor Martín, que había olvidado este detalle, corrió a telefonear a su amigo para preguntarle si aún tenía el mismo problema. No te preocupes, le aseguró, ven de todos modos, y te prepararé un plato de verdura y pescado a la plancha.
Curiosamente, un tercer hombre (Señor Alfredo, esta vez), también muy respetado se encontró en un caso idéntico. Cuando ya lo tenía todo a punto, se acordó de que aquel a quien había invitado a última hora tenía que seguir una dieta muy estricta. Entonces, cambió el menú deprisa y corriendo: seleccionó algunos entrantes que también podía comer su viejo amigo, guardó los guisos en el congelador para otra ocasión, e improvisó un segundo plato, también espléndido, que todo el mundo pudiera comer. También retocó el pastel y en vez de fruta confitada le puso fruta natural. Llegada la hora de la cena, todos juntos comieron de los platos que el anfitrión, amablemente, les ofreció.
- Recibir formación. Y a que ésta sea de calidad, útil, actual y relevante para desempeñar tu labor en el aula.
- Tener tiempo para aprender y asimilar todos los cambios que se están produciendo en el sistema educativo. También a ir despacio en este proceso de aprendizaje, a no tener que hacer las cosas “mal y rápido”.
- Quejarte, de vez en cuando, de aquellas medidas que no ves adecuadas, de decisiones que toman otros por ti, de la falta de flexibilidad del sistema, de las normas impuestas sin pensar en los beneficios y desventajas para el aula.
- Reconocer: no se qué hacer sin que te digan que eres un mal docente, o un maestro poco creativo, o incluso te acusen de que no te interesa el bien de tus alumnos.
- Cambiar la manera de funcionar, innovar en tu metodología, “darle la vuelta” a tu enseñanza pero, progresivamente. A no cambiar el sistema educativo de un día para otro sino a contribuir, desde tu aula, desde tus actividades, desde tus actitudes, a un cambio global.
- Pedir que se valoren tus logros y tus esfuerzos por ser un docente inclusivo, aun cuando los resultados no sean los esperados. A recibir palabras de aliento y ánimo. A escuchar, de vez en cuando, la palabra “gracias”.
- Solicitar colaboración de otros especialistas. También derecho a no ser un “todólogo” (que todo lo sabe, todo lo tiene que conocer, y todo lo tiene que solucionar). A contar con más manos para que te den apoyo en tareas especialmente complejas (como atender a un alumno con una discapacidad severa).
- No tener la responsabilidad absoluta de que todo, siempre, salga perfecto. Derecho a no estar aislado, a no sentir todo el peso del avance de un alumno. A sentirte acompañado en este camino y a ser parte de una comunidad que trabaja en una misma dirección.
- Aprender y desaprender, a tener éxitos y fracasos, a hacer las cosas bien y a hacerlas mal, sin que por ello se te “crucifique”.
- Realizar propuestas, investigar. Derecho a plantear maneras diferentes de hacer las cosas, a no dejarte llevar por la corriente ni por el hay que hacerlo así y punto.
(1) Primero, y aunque suene obvio, para que sean conscientes. Porque muchas de ellas, en seguida, se (mal) convencen de que sus hijos son menos, merecen menos, que el resto. Y esto ocurre a fuerza de que su contexto les niegue cosas que para los niños sin discapacidad son cotidianas.
(2) Para protegerlas de ese sentimiento de indefensión que les genera una sociedad poco capacitada para aceptar, valorar y convivir con la diversidad. Para tener una meta clara por la que luchar y trabajar. Para evitar que sucedan cosas como: la apunté a natación y me dijeron que no podía ir, que no tenían gente preparada para trabajar con niños con síndrome de Down. Yo solo quería que lo pasara bien en el agua con otros niños.
(3) Para convencerlos de que no pueden negar a sus hijos la oportunidad de experimentar y vivir situaciones, actividades, momentos y experiencias variadas. Para que sepan que pueden reclamar, pedir ayuda, movilizar y cambiar paradigmas en las escuelas y en la sociedad entera. Para evitar, de nuevo, situaciones como: a mi hijo le encanta el tenis, pero no he encontrado ningún entrenador preparado para enseñarle como necesita. En seguida le gritan pensando que está distraído. No comprenden que tiene autismo...
(4) Porque no podemos permitir que las familias tengan la sensación de estar, y vivir, siempre de prestado. En sitios, escuelas, barrios, actividades, entornos... que, en el fondo, no les pertenecen y que el resto de población (“normal"), amablemente, les cedemos por un momento. Para que sepan que es tan suyo como del resto y que si su hijo necesita más apoyos, habrá que dárselos.
(5) También porque hay que apoyar a las familias para que se sientan cómodas, satisfechas, orgullosas, viviendo la discapacidad. Para que sepan defender el valor de una vida diferente, de un modo de funcionar diferente (quizá más lento, quizá más complejo, quizá más costoso...) pero igual de válido. Para que no piensen y sientan constantemente que tienen que pedir perdón por existir. Perdón porque mi hijo grita en el cine, perdón porque hace mucho ruido, perdón por pedir que tengan un apoyo en el cole, perdón por tener que ser más paciente con él, perdón porque habla un poco más despacio...