Con motivo del (día después del) Día Mundial del Síndrome de Down
21 de marzo de 2017
Ayer, 21 de marzo, se celebró el Día Mundial del Síndrome de Down. Qué
buena ocasión, pensé, para escribir algo en el blog (que últimamente tengo algo
abandonado). Un día especial, de reconocimiento, celebración, concienciación y
reflexión. Un día en el que muchos detienen su mirada, por un momento, en las
personas con síndrome de Down y sus familias. Una ocasión privilegiada para
darles voz y escucharles. Un día en el que se brindan más oportunidades para
defender los derechos de todas las personas con síndrome de Down. Un momento en
el que todos, casi obligados, conocemos y reconocemos esta realidad (porque la
vemos en los medios, porque se difunden noticias, porque las asociaciones nos
bombardean con mensajes, porque se ponen en marcha campañas en todos los países…).
Resulta que todo esto pensé ayer. Pero después, tuve mucho trabajo.
Tuve que ir a hacer la compra. Salí a hacer deporte. Me reuní con mis amigas
para descansar un rato después del trabajo. También tuve una cita en el médico
y varias reuniones. Además, quería acabar de ver una película que dejé a medias
la semana pasada. Tuve que prepararme la comida para hoy, limpiar un poco la
casa, sacar la basura… Y, ya en la cama, me di cuenta de que no había escrito
nada para el blog. Y pensé, “vaya, qué rabia, porque ESTE ERA EL DÍA, mañana ya
no pega tanto…”. Pero, claro, qué culpa tengo yo de haber tenido un día tan
ajetreado. Qué culpa tengo yo si durante todo ese día no me acordé. Qué culpa
tengo yo de no haberme encontrado con ningún dificultad especial en todas las
actividades que realicé. Qué culpa tengo yo de no haber tenido ese día ningún momento
en que sentirme excluida por un cromosoma de más. Qué culpa tengo yo de no
haber sufrido ninguna mirada extraña sobre mí en momentos cotidianos. Qué culpa tengo yo de que mis derechos sí se cumplan... Qué culpa tengo yo si puedo conseguir, más o menos, todo lo que me propongo. Qué culpa tengo yo de no necesitar apoyos especialmente complejos para actividades cotidianas... Qué culpa
tengo yo si para mí es un día más. Qué culpa tengo yo de que hoy ya no nos
importe. Qué culpa tengo yo de que el síndrome de Down siga existiendo. Qué
culpa tengo yo de que, una vez pasado el “Día Mundial de…”, todos volvamos a la
rutina. Y qué culpa tengo yo si lo único que hago es seguir con mi vida…
A mi tía Roca,
que no sabe de Días Mundiales de… pero con la aprendemos, forzosamente, a celebrar
cada día el síndrome de Down…