martes, 27 de mayo de 2014

Deberes del docente inclusivo

Una idea muy repetida cuando se habla de inclusión es que son los docentes (con sus actitudes, opiniones y disposición) la pieza clave en el logro de un mejor sistema educativo. Continuamente, se debate acerca de sus responsabilidades y roles en los procesos de inclusión de alumnos/as con discapacidad... 
¿Hacen todo lo que deberían? ¿Se esfuerzan al máximo? ¿Cuentan con las competencias necesarias? ¿Responden a las necesidades de sus alumnos? ¿Llevan a cabo prácticas inclusivas eficaces? ¿Promueven o, por el contrario, entorpecen la inclusión de alumnos "diferentes"? ¿Hasta qué punto son responsables de que el sistema educativo cambie?
Responder a todas estas inquietudes es complicado y requeriría un tiempo importante de reflexión. En esta entrada se aporta una pequeña luz que pueda iniciar esa búsqueda de respuestas.  ¿Cuáles son los derechos y los deberes del docente inclusivo? 

DEBERES
Si quieres convertir tu aula, y tu centro educativo, en un espacio de inclusión, deberías preocuparte por...
  • Comprender qué es eso de la inclusiónY, aunque muchos se empeñen en decir lo contrario, es importante que tengas una buena base teórica. Para eso, hay que "empaparse" de conceptos, términos, ideas, reflexiones, etc. Hay muchos y excelentes expertos que pueden ayudarte en esta tarea. Además, existen también multitud de materiales (disponibles en internet) que te aportarán los fundamentos necesarios: artículos, manuales, conferencias de especialistas, etc. Para esta formación necesitas únicamente tres cosas: tiempo, disposición para aprender y buenas referencias. 
  • Conocer la realidad concreta de tu centro educativo. ¿Somos un centro inclusivo? ¿Se habla de la inclusión en nuestros documentos de referencia (proyecto educativo, plan de orientación, planes de formación...? ¿Qué ocurre cuando llega a mi centro un niño con discapacidad? ¿Con qué apoyos contamos los profesores de aula para afrontar las necesidades educativas especiales de nuestros alumnos? En este caso la clave, además de la consulta de documentos y referencias específicas del centro, está en el contacto y discusión con compañeros y otros agentes educativos (familias, equipo directivo). La idea es comprobar si existe, o no, una cultura inclusiva en el centro. Y, más allá de esto, formar parte de esa cultura. 
  • Convencerte de las ventajas de un sistema educativo inclusivo (aún cuando sea un modelo que te ha venido impuesto, aún cuando nadie te haya avisado de los cambios ni hayas recibido la formación necesaria). Esto supone una labor de motivación personal, que nadie puede hacer por tí. Y, sin una actitud positiva (y, sí, a veces algo utópica), el resto de  esfuerzos serán en vano. Es necesario estar a favor de la inclusión para poder contribuir a ella. Las vías para lograr esta motivación son variadas y requieren cierto esfuerzo. ¿Conoces a profesionales motivados que puedan orientarte? ¿Te has preocupado por buscar y conocer experiencias de éxito? ¿Has pensado acerca de la riqueza de la diversidad de los alumnos, del ser humano? ¿Por qué no intentas enumerar las ventajas de un sistema educativo inclusivo? ¿Eres capaz de transformar las "amenazas" iniciales de la inclusión en retos,  personales y profesionales? 
  • Llevar a cabo prácticas inclusivas. Ya hemos descendido a nivel de aula, aquel que más te interesa y preocupa. El objetivo es que tus propuestas metodológicas sean accesibles para todos tus alumnos, y lo suficientemente flexibles para adaptarse a sus necesidades cambiantes. Para eso, probablemente, tengas que cambiar sustancialmente la manera de hacer las cosas, reinventarte. Deja de intentar que tus alumnos encajen en la programación y preocúpate por que tu programación se adapte a sus necesidades y características. Olvídate de seguir al pie de la letra el libro de texto, busca aprendizajes globales, sorprende a tus alumnos, no te obsesiones con rellenar las 10000 fichas del cuaderno, aprende cosas nuevas, observa a tus alumnos para comprender cómo aprenden ellos, consulta buenas prácticas de otros profesionales que te sirvan de inspiración, etc. 
  • Adquirir herramientas y técnicas específicas, partiendo de las necesidades concretas de tus alumnos (por ejemplo, aprende a usar pictogramas, utiliza nuevos organizadores visuales...). No hace falta volverse un experto de la noche a la mañana, basta con ir paso a paso, teniendo en cuenta el grupo concreto de alumnos. No podemos prepararnos para todas las situaciones, futuribles, que puede que nos sucedan, en algún momento, con algún alumno... Probablemente, necesites de la ayuda de otros profesionales, de las familias o incluso de especialistas externos que te orienten. No tengas reparos en pedir ayuda, no pretendas ser un superhéroe que todo lo sabe, y todo lo maneja. El mejor docente no es el que lo sabe todo, sino el que es capaz de aprender aquello que necesita en el momento justo. No se trata de que cambies el mundo educativo de la noche a la mañana, confórmate por trabajar tu pequeña parcela...
  • Abrir las puertas del aula: a familias, a especialistas, a la comunidad entera. Un espacio inclusivo es un espacio abierto, que se relaciona con otros contextos, que se comunica con el exterior. Traspasa los muros de la clase y enseña a tus alumnos a hacer lo mismo. No conviertas tu práctica diaria en una isla, sino en un puente hacia otros aprendizajes. 
Y, sobre todo, valora la diversidad de tus alumnos. Diviértete aprendiendo de ella. Enriquece tu experiencia conociendo maneras diferentes de aprender, de funcionar, de sentir, de comprender el mundo. Y disfruta de ese mosaico de colores que te ofrece la enseñanza, a través de cada uno de tus alumnos. 



Érase una vez un rebaño de elefantes. Había elefantes jóvenes, elefantes viejos, elefantes gordos, elefantes altos y elefantes flacos. 
Elefantes así y asá y de cualquier forma, todos diferentes, pero todos felices y todos del mismo color... 
Menos Elmer...
Elmer era diferente. 
Elmer era de colores. 
Elmer era amarillo, 
y naranja 
y rosa
y morado
y verde 
y azul 
y blanco 
Elmer no era de color elefante...

(Fragmento del cuento Elmer, de David Mckee)

lunes, 12 de mayo de 2014

La imagen de uno mismo

A los niños/as con discapacidad, Igual que al resto, aunque quizá de manera más específica, hay que guiarlos para que tengan un conocimiento adecuado de sí mismos. El autoconcepto y la autoestima se construyen, desde edades tempranas, a partir de los mensajes que recibimos de personas importantes de nuestro entorno. De este modo, los padres y demás figuras significativas en la vida del niño (maestros, terapeutas, hermanos, abuelos, monitores, etc.) actúan como espejos: la imagen que reflejen y proyecten del niño, y de su discapacidad y capacidades, irá configurando la imagen que él tenga sobre sí mismo. Por eso, entre otras razones, es especialmente importante cuidar todos los comentarios, palabras, acciones y mensajes que transmitan ideas relacionadas con aspectos como los siguientes:  
- La discapacidad como una situación digna de compasión, pena, lástima (Pobre mi niño, lo que te ha tocado. No te preocupes, mamá estará siempre contigo para que no sufras). Además de los comentarios dirigidos directamente al niño, hay que prestar también atención a aquellos que se realizan a terceras personas delante de él (por ejemplo, a los hermanos): está malito, tienes que cuidarlo porque no es como tú, es especial y no puede jugar contigo... 
- La falta de control sobre la propia vida (Hagas lo que hagas, tienes que conformarte, no estás en situación de elegir, bastante suerte hemos tenido…). La percepción de control sobre aspectos importantes de la vida está íntimamente relacionada con el bienestar. Sin embargo, tristemente, las personas con discapacidad aprenden muy pronto que otros controlan su vida, otros deciden, otros eligen, otros hablan por ellas y que, prácticamente, son otros quienes viven su vida 
- Resignación poco saludable y desesperanzadora (Harás lo que se pueda, irás donde te dejen, da las gracias a tus compañeros por haberte dejado salir con ellos, se han portado muy bien contigo). Comentarios así transmiten la idea de que, en el fondo, la persona con discapacidad no tiene los mismos derechos y, por lo tanto, vive siempre “de prestado”, pendiente de agradecer la buena voluntad de los demás. Si bien es importante ser agradecido, no es justo que la persona con discapacidad “deba” todo lo que es,y lo que hace, a terceras personas (Como necesitas ayuda para todo, tienes que conformarte con lo que el resto te dé). 
- Discapacidad como una realidad que hay que esconder, ocultar, poco natural. Muchos padres, por miedo, ignorancia, estrés o ideas preconcebidas, evitan, por ejemplo, mencionar delante de su hijo palabras “clave” como "discapacidad, síndrome, autismo, terapia" … Desde edades tempranas, el niño percibe –en mayor o menor medida- que tiene algo diferente (¿por qué voy a  una clase especial después del colegio?, ¿por qué no puedo andar?, ¿por qué los niños de mi clase son más pequeños?, ¿por qué me miran?). Es importante canalizar todas estas inquietudes y darles respuesta para que el niño logre una imagen adecuada de sí mismo, que incluya todas sus características (también la discapacidad). Dejar de nombrar ciertas realidades, además, no hace que desaparezcan. 
- Privilegios "especiales" dadas las limitaciones del niño (Tu hermano no recoge sus cosas porque ya sabes que le cuesta más que a tí, si grita es porque no puede evitarlo, déjalo que se ría, ¿no ves que es como un niño pequeño?) Muchos niños, al escuchar comentarios de este tipo, aprenden a utilizar su discapacidad, asumiendo el papel de víctimas, y sirviéndose de esta imagen para conseguir sus fines y "chantajear" a padres, maestros, compañeros... (Como voy en silla de ruedas, puedo pasar antes que tú, te puedo interrumpir en una conversación, como estoy malito tengo comportamientos inadecuados y no me puedes reñir...) 
- Fracasos continuos, dada la discapacidad. Por ejemplo, estar constantemente mencionando todo lo que no puede hacer el niño, los sitios a los que no puede ir, las actividades en las que no puede participar, los alimentos que no puede comer, etc. Incluso aun cuando ofrecemos explicaciones lógicas y reales, deberíamos ser cuidadosos y no olvidar reforzar aquellas áreas en las que el niño sí participa, sí tiene éxito, sí disfruta, sí es bueno. La persona con discapacidad, como todas, necesita escuchar cosas positivas acerca de sí mismo y para las familias es un buen ejercicio sustituir tantos "noes" por algún "sí". 
- Referencias a su deber para superarse día a día (sobre todo, para acercarse al resto, para parecerse cada vez más a los "normales"), como si esto fuera lo único importante, olvidando los otros aspectos de la infancia, o etapa vital, que debería compartir con otros niños y personas (Ya sabes que tú tienes que trabajar más que los demás, te levantas tan pronto para ir a terapia porque es lo mejor para ti, ya sé que te cuesta pero tienes que esforzarte, para hablar, para andar, para correr, para leer, para mirar a los ojos...) Continuos mensajes como estos refuerzan constantemente todas aquellos aspectos que separan al niño del resto. Además, si son excesivos, generan cierta ansiedad, al transmitir la sensación de vivir en una continua terapia y no disfrutar de cosas sencillas como levantarse tarde, quedarse mirando por la ventana un rato sin objetivo alguno, comerse un bollo con las manos, manchándose de chocolate…

Muchos comentarios como los mostrados aquí, ciertamente, de manera aislada son inofensivos y, de hecho, suelen ser frecuentes, sin por ello dañar especialmente al niño. Sin embargo, tomados en su conjunto reflejan una imagen de la discapacidad poco adecuada. Si queremos cambiar el modo en que el mundo mira a las personas con discapacidad, hay que empezar con uno mismo. Y, aún más importante, hay que apoyar a las personas con discapacidad para que tengan de sí mismas esa imagen que esperamos del resto de la sociedad. 

Fotografía: Salvador Arellano Torres

sábado, 3 de mayo de 2014

¿Qué es inclusión?

Ideas fundamentales acerca de la inclusión, en un vistazo:

(1) Es un enfoque educativo, no un conjunto de técnicas o herramientas. No existe una receta, no hay un protocolo estandarizado para aplicar, no basta con adquirir una serie de herramientas y saber aplicarlas. Requiere un cambio profundo de mentalidad educativa.

(2) Es una tarea que se construye en comunidad: maestros, profesionales, padres y madres, alumnos, etc. Las escuelas inclusivas son el mejor camino para lograr sociedades inclusivas. Sociedades en cuyo logro participamos todos, independientemente de si trabajamos o no, de si vivimos o no, en contacto con el mundo de la discapacidad o de la educación. No hay un responsable único de la inclusión, a quien poder reclamar mejoras, reprochar los fracasos, o agradecer los avances. Todos contamos.

(3) Es un proceso dinámico. Es decir, no se consigue de un día para otro (hoy no soy inclusiva, mañana soy inclusiva). Conseguir un sistema educativo inclusivo no es cuestión de un día, de un curso, de un año. No esperemos milagros, ni métodos mágicos. Las mejoras se consiguen, poco a poco, en momentos y espacios concretos. Muchas veces, incluso, los cambios son casi imperceptibles pero están ahí. La cultura inclusiva va empapando, poco a poco, las prácticas educativas. Y acabará por transformarlas, pero paciencia…

(4) Supone un gran reto educativo, personal y social. No una amenaza. Ni un problema. Ni una utopía o milagro. Es una oportunidad inmejorable para aprender y disfrutar de la diversidad, para mejorar las prácticas profesionales, y para crecer como educador. Como todos los retos es difícil y, como todos los retos, a veces nos parecerá imposible. Pero, ya se sabe, lo imposible solo lleva un poco más de tiempo.


La inclusión es más que un método, una filosofía o un programa de investigación. Es una forma de vivir. Tiene que ver con el “vivir juntos”, con la “acogida del extraño” y con volver a ser todos uno  
 Stainback y Stainback (1999)