miércoles, 12 de octubre de 2016

Tópico 4. Las personas con discapacidad son seres especiales, con habilidades especiales

Todos hemos leído historias asombrosas de personas que, aún teniendo alguna discapacidad, muestran habilidades especiales o un dominio extraordinario de ciertas actividades. Personas con autismo que dibujan de modo extra realista con solo haber pasado la mirada por un paisaje o que son capaces de tocar de memoria melodías que apenas han escuchado un par de veces. 

También a todos nos llegan noticias de personas que, de algún modo, se salen de la norma de la población con discapacidad y consiguen logros considerados por muchos como inalcanzables. Es el caso, por ejemplo, de personas con discapacidad intelectual que se licencian en la universidad, o parejas con discapacidad que cuidan y educan a sus hijos de modo normalizado.  Con frecuencia, los titulares que encontramos en los medios sobre las personas con discapacidad giran en torno a proezas, situaciones extraordinarias, poco comunes y llamativas (y, si no, en torno a desgracias y tragedias). Y, como buenos titulares, por un momento nos vemos sorprendidos al leerlos: ¿será que algo está cambiando? ¿será que, en el fondo, las personas con discapacidad tienen un don especial? ¿son seres incomprendidos que, sin embargo, esconden historias maravillosas?

Además de esto, es común también que los más cercanos a las personas con discapacidad también caigan (caigamos) en afirmaciones y pensamientos del tipo “mi hermano/hijo/sobrino… es especial… Tiene una sensibilidad que no la ves en otras personas. Es que, de verdad, son especiales…” . Como es natural, tendemos a considerar a aquellos que queremos como seres fuera de la norma, con personalidades o cualidades concretas que los hacen únicos. Y es lógico.

Sin embargo, aquí llega el peligro. Las personas con discapacidad son, ante todo, personas. Y, como todas, tienen sus cualidades y sus limitaciones. También, como todas, experimentan a lo largo de su vida éxitos y fracasos. Viven emociones negativas (como el miedo, la rabia, la envidia, la culpabilidad, el temor…) y emociones positivas (alegría, amor, ilusión, orgullo…). Las personas con discapacidad, como todas, aprenden y desarrollan nuevas habilidades. Otras, con el tiempo, se van deteriorando y perdiendo. Las personas con discapacidad, como todas, a veces no consiguen sus objetivos. Otras veces los logran y, además, los superan. Cada persona con discapacidad, como cualquier otra, tiene además sus propias expectativas y metas. Las medidas del éxito, por lo tanto, no son universales. Lo común para alguien puede ser inalcanzable para mí.

Las personas con discapacidad, como todas las demás, merecen ser queridas por lo que son. Y no por lo que consiguen o demuestran. Exigen respeto y apoyos, que deben ser brindados sin condiciones. Y, aunque es cierto que existen esos seres extraordinarios que muestran los titulares, la mayoría de personas (con y sin discapacidad) somos gente corriente. Pero no por ello menos únicas