martes, 27 de octubre de 2015

La dignidad del riesgo

Hay dignidad en tomar un riesgo y puede haber una indignidad deshumanizadora en la seguridad 
(Robert Perske, 1972)*

Ya en la década de los 70 Robert Perske hablaba de la dignidad del riesgo, refiriéndose a cómo la sobreprotección y el excesivo miedo al riesgo priva a las personas con discapacidad de vivir una vida plena.

Durante muchos años, la protección ha sido la máxima para organizar, planificar y comprender la vida de las personas con discapacidad. Por eso, se las ha recluido en instituciones  especializadas “a salvo” del mundo real, se las ha enviado a colegios centrados en sus deficiencias, se les ha dicho cómo actuar, pensar, decidir, etc. Todo ello para evitar que se equivocaran, que su salud física o psicológica se viera dañada y para salvaguardar su supuesta inocencia eterna (que no sufra, qué más da si no se entera, bastante tiene con la discapacidad, que sea feliz, que no se frustre…).

Hasta hace relativamente poco, no nos habíamos parado a pensar en que para vivir, para ser verdaderas protagonistas de su vida, las personas con discapacidad intelectual tienen que arriesgar, fracasar, equivocarse, tropezar, frustrarse… Es deber de su contexto de apoyo (aquí hablamos de familias) proveerles una estructura segura y estable en la que poder experimentar, protegiéndoles de los riesgos verdaderamente peligrosos. Para eso, muchas veces las familias tienen que desprenderse de miedos, temores e incluso vergüenzas (¿qué van a pensar?, ¿cómo le voy a dejar ir así?, ¿para qué estoy yo si no es para protegerle?). Además de eso, los padres deben hacer un ejercicio de reflexión y entender que también sus hijos con discapacidad tienen derecho a tomar decisiones y realizar elecciones en contra de lo que ellos piensen y deshacerse de justificaciones continuas (Si es que no sabe lo que quiere, Lo mejor para él / ella lo tengo que decidir yo…)

Las personas con discapacidad intelectual llevan tiempo pidiéndolo: quieren vivir su vida, quieren decidir, quieren ser escuchados. No quieren ir siempre un paso por detrás de otra persona. No quieren ser considerados todos iguales, con las mismas aspiraciones y deseos. Y, con sus limitaciones y debidamente apoyados, quieren arriesgarse. Incluso, aunque eso suponga equivocarse. Como bien decía Perske, también esto es parte de su dignidad. 

*Perske, R.  (1972).  The dignity of risk.  En W. Wolfensberger (Ed.), Normalization: The principle of normalization in human services (pp. 194-200).  Toronto, Ontario, Canada: National institute on Mental Retardation.





Todas las fotografías tomadas de la página de la Fundación Hope  House