Tina nos ha
contado que el fin de semana estuvo en la boda de una tía suya. Durante la
comida, se dedicó a ir de mesa en mesa pidiendo dinero. Explica: “como soy
paralítica cerebral, todo el mundo me da”. También propone ir todo el grupo
a la calle a pedir dinero a la gente, diciendo que somos paralíticos
cerebrales. Tina es de armas tomar….
Otro día Tina se
encuentra, en la plaza de su barrio, con una señora que pasea con su nieta pequeña. La niña lleva, a su vez, un carrito de bebé con una muñequita, flamante, vestida de rosa, con su biberón, su lazo en el pelo, sus pestañas kilométricas...
Tina se
acerca a la niña y la señora, amablemente, comienza a hablar con ella. Tina, sin hacerle caso, le quita una muñeca
a la niña y pregunta si se puede quedar con ella, que es una muñeca “preciosa,
preciosa, preciosona, como ninguna de las mías”. La señora, un poco desconcertada, le mira con cara de
pena y, cuando está a punto de decir que sí, aparece la madre de Tina y le
advierte que ni se le ocurra. Cuando se alejan, la madre de Tina le regaña por
su comportamiento.
La señora, que
siente ahora más pena por Tina, sigue paseando.
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