viernes, 31 de agosto de 2018

Sobre ficción y realidades


Una tarde de verano, en la piscina. Un grupo de adolescentes divirtiéndose en el agua. Uno bucea con unas gafas azules, vistosas, grandes, llamativas. Una chica, sentada en el bordillo, le grita “¿Sabes qué pareces? Con esas gafas parece un subnormal”. Ella y su amiga se ríen. Él se acerca y les salpica. Ellas siguen riéndose, levantándose apresuradas para no mojarse. Él les salpica aún más y grita “Tú sí que pareces subnormal con esa cara”. También riéndose. Las chicas se alejan y hacen gestos con los brazos, balanceándolos de un lado a otro, mientras emiten sonidos extraños (como si fueran focas aunque, obvio, pretenden ser otra cosa).

En estos días en los que se habla tanto del humor y de aquellos que se ofenden, en ese momento, se me llena la cabeza de preguntas. Me pregunto si será verdad aquello de que el humor es ficción. Imagino que el grupo de adolescentes no son malas personas. Imagino que no pretenden ofender. Imagino que esa broma la habrán oído, y hecho, miles de veces. Para qué elegir otro insulto si existen los “subnormales”. Que hablan raro, miran raro, llevan gafas raras, se mueven raro… Por qué no hacer humor de un grupo que, al fin y al cabo, tiene otros muchos problemas más urgentes. Por qué no, si siempre nos ha hecho gracia. Si tradicionalmente han sido objeto de burla, de escarnio, de desprecio. ¿Por qué no seguir haciendo humor a su costa? ¿Por qué no reírse de un chiste aislado que (dicen) no tiene por qué ser reflejo de lo que uno de verdad siente, o cree?

Pienso, otra vez, en los límites entre ficción y realidad. El chiste (dicen que) es una ficción. La realidad es la discriminación diaria, en las escuelas, en los trabajos, en las relaciones personales, en el ocio. Quizá esa sea la lucha, y no ofenderse por una broma, (dicen que) inofensiva. Pienso en hasta qué punto es legítimo sentirse ofendido por algo así. En si el derecho a la libertad de expresión (y a hacer chistes sobre lo que a uno le apetezca) riñe con el derecho a sentirse ofendido y pedir respeto. También en si es legítimo ofenderse si uno no es un “subnormal”. Pienso en si mi reacción hubiera cambiado de haber tenido un hijo “subnormal”.

Pienso, otra vez, en eso de la ficción y la realidad… En que quizá lo que para alguien es ficción para otros es realidad. En que quizá la ficción construya realidades. Quizá la ficción ayude a crear la realidad. O no. Quizá sea consecuencia de la realidad. O causa.

Me gustaría saber por qué esa chica ha elegido el término “subnormal” para reírse y hacer una broma. Qué piensan de todo esto. Si creen que eso forma parte de la discriminación que, aún hoy, experimentan dichos “subnormales”. Me gustaría saber si se reirían igual si hubiera estado delante un “subnormal”. O si hubieran tenido, alguno de ellos, un hermano “subnormal”. Me gustaría saber si ya lo tienen. Y si aun así, consideran que el insulto es solamente humor, una broma, un chiste, un modo de reírse todos. Si teniendo un hermano “subnormal” son capaces de hacer humor, inofensivo, de ficción. También me gustaría observarlos más tiempo para saber si hacen bromas sobre, por ejemplo, sus propios defectos. O si piensan que eso es ofensivo, en el caso de que otros lo hicieran. Me encantaría hablarlo con ellos. Me gustaría que alguien lo hiciera.

Los límites entre ficción y realidad… Ofenderse o no… Sigo pensando en esto. Este pequeño chiste en la piscina… ¿Afecta a la vida de aquellos considerados “subnormales”? ¿Contribuye o no a todos esos otros problemas que (dicen) sí son reales? ¿Impiden que esos problemas se superen? ¿Tiene algo que ver o no? Ese chiste, ¿no será como una piedrita en el zapato? Una piedrita inofensiva, pero que duele. Una piedrita que, a pesar de ser pequeña, no deja caminar…

Pienso en todas estas cosas y, cuando me doy la vuelta, veo que el grupo de adolescentes ya se ha ido y probablemente ni se acuerden de lo que ha sucedido apenas hace unos minutos. Y salgo del agua, con todas estas preguntas en la cabeza que igual que el chiste, parecen ficción pero que, para mí, forman parte de la realidad.