Está suficientemente demostrado que
las personas más autodeterminadas tienen más probabilidades de conseguir una
serie de “resultados” positivos relacionados sobre todo con logros de la vida
adulta. Por ejemplo, trabajo, relaciones sociales estables, vida independiente,
etc. Sin embargo, como se refleja
repetidamente en este blog, los estándares de éxito de esta sociedad son
excesivamente rígidos, competitivos, excluyentes y no se ajustan a la vida de
muchas personas con discapacidad intelectual.
En este mundo, en ocasiones tan
demandante, superficial, intolerante e individualista, muchas
personas con discapacidad no encajan en la idea de “éxito” ni de vida plena, ni
siquiera de “ciudadano de provecho”. Por eso, la primera tarea consiste
en redefinir dichos estándares: incluso una persona que no tiene un trabajo
“ordinario”, que no es independiente físicamente, que tiene dificultades
severas de comunicación o que no alcanza hitos de aprendizaje importantes (como
leer…) puede ser (siempre más) autodeterminada.
Por otra parte, tampoco las personas
sin discapacidad (aquellas que sí encajan en nuestra visión de éxito) logran
todo aquello que se proponen. No todas nuestras decisiones son acertadas ni
todos nuestros objetivos se cumplen. Todos fracasamos. Y convivimos con el
fracaso. También las personas con discapacidad. Las personas autodeterminadas,
aquellas que cuentan con oportunidades para elegir, establecer metas
personales, participar en decisiones importantes de su vida, son personas que
aprenden a equivocarse, asumen las consecuencias de sus acciones (sean buenas o
malas), y son capaces de reajustar su plan de acción cuando ven que algo no
funciona.
Cuando hablamos de
autodeterminación, por lo tanto, hay que tener cuidado con enfatizar únicamente
los resultados (positivos) y olvidarnos del proceso y del aprendizaje. Es
frecuente ver noticias sorprendentes de personas con discapacidad intelectual
que son emprendedores, estudian en la universidad, tocan varios instrumentos,
se casan, tienen hijos, etc. Y sí, es cierto que estas personas existen y
logran objetivos importantes y dignos de reconocimiento, teniendo en cuenta las
barreras que superan. Pero éste no es un modelo de vida que valga para todas
las personas con discapacidad. Se puede ser exitoso de muchas maneras.
Casándose, o no, trabajando o no, viviendo solo o con tus padres, teniendo
hijos o no, estudiando o no… Y, sobre todo, se puede ser feliz de cualquiera de
estas maneras.
No es que las personas con
discapacidad intelectual deban esforzarse lo inimaginable para encajar en
nuestra visión del éxito. Es la definición de éxito lo que tiene que
cambiar.
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