Apoyar a la persona con
discapacidad intelectual para que mejore sus habilidades de
autodeterminación no es una tarea fácil. Sin embargo, las consecuencias son muy
positivas para la persona con discapacidad, para su familia y para todos los que
conviven con ella. Educar a la persona con
discapacidad en libertad es un gran logro –igual que sucede con el resto de
personas. Los padres no pueden asumir la responsabilidad total de la vida de
sus hijos. Cuando deciden por ellos, hablan por ellos, eligen por ellos y
opinan por ellos, también les “roban” su capacidad para disfrutar, para ser
felices, para conocerse a sí mismos y para tener relaciones significativas con
los demás, entre otras cosas. Las familias no deben abandonar
sus propios intereses y preocupaciones por las su hijo. Es un error hipotecar
la vida familiar por la de la persona con discapacidad.
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