Uno de los objetivos de este blog
es transmitir una visión realista y positiva acerca de las personas con
discapacidad y de sus familias. De ahí que, en varias ocasiones, haya hablado
sobre la resiliencia…
Además de la información ya
vista, existen algunas ideas clave para comprender el sentido de la resiliencia
y cómo lo adaptamos a las familias de personas con discapacidad. Son pilares básicos sobre la RESILIENCIA
FAMILIAR:
- Hace unas décadas, la presencia de un niño con
discapacidad en la familia era descrito como un acontecimiento catastrófico.
Hoy vemos que, además del estrés y los retos adicionales que supone esta
situación, son frecuentes también las percepciones positivas por parte de las
familias.
- Son muchos y
muy variados los factores, personales y del entorno, que median en el
impacto de la discapacidad en la familia. Algunas variables que protegen a las
familias del posible impacto negativo son: la existencia de redes sociales, una
aproximación positiva a las dificultades, la disponibilidad de información suficiente y adecuada, la buena relación con los profesionales, la cohesión familiar…
-Por otra parte, determinados factores asociados
a niveles de bienestar más bajo son, entre otros: problemas de conducta de la
persona con discapacidad, dificultades de comunicación y falta de progreso.
Dichas variables influyen más en la calidad de vida que la propia discapacidad.
- Los niveles de estrés varían según etapas y
circunstancias. Y dado que no son estables, no se puede prejuzgar a las
familias o dar por supuesto que conocemos, siempre, cómo se sienten.
- La imagen de la discapacidad que prevalece en el
contexto social ejerce una poderosa influencia en el bienestar tanto de la
persona con discapacidad como de su familia. La evolución desde una perspectiva
catastrofista a una más realista y positiva parece, en parte, consecuencia de
los cambios en dicha imagen (eliminación de tabúes y prejuicios, mayor
visibilidad, etc.).
- Las familias resilientes son aquellas que, sin
negar el estrés, son capaces de afrontarlo. Por lo tanto, no se trata de hacer
oídos sordos a las demandas adicionales que genera la discapacidad, ni a los
posibles efectos negativos que puede tener, sino de buscar nuevas formas de
hacerles frente, sin hipotecar el bienestar de toda la familia.
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