“Se han conseguido muchas cosas, hemos reivindicado mucho los
derechos de nuestros hijos. Pero yo creo que todavía queda. Se montan en el
autobús y la gente les sigue mirando”
Partiendo de este pensamiento de una madre, hay una cuestión
que debería preocuparnos y que, de momento, está sin resolver.
Constantemente, me pregunto: la evolución positiva del paradigma
de la discapacidad, los avances legislativos, de investigación y teóricos, el
mayor nivel de formación, etc. ¿producen cambios en la vida de las personas con
discapacidad intelectual? ¿Tienen un verdadero impacto en su bienestar, y en el
de sus familias?
Lograr una sociedad inclusiva, aprender a respetar y
disfrutar de la diversidad, es tarea de todos. De los que se dedican a esto, y
de los que no. De los que tienen un hijo con discapacidad y de los que no. De
los que son solidarios y de los que no.
Porque, como dice mi amiga
@dianagonzalez, las personas con discapacidad intelectual viven en los mismos
barrios que tú y que yo, compran en los mismos supermercados, van a los mismos
colegios y tienen penas y alegrías, igual que tú y que yo. Sus oportunidades
para aprender, crecer y participar no pueden quedarse dentro de las paredes de
un aula ni en la intimidad de su casa.
Porque los avances no dependen de lo que unos pocos expertos
escriban, ni de lo que los padres opinen, ni siquiera dependen exclusivamente
del buen hacer de muchos profesionales. Las oportunidades para cambiar y
mejorar son constantes, dependen de todos, y se dan, en cualquier lugar y a
cualquier hora.
También cuando, un día como hoy, una persona con discapacidad
intelectual se sienta a tu lado en el autobús.
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