viernes, 8 de marzo de 2013

Imagina, imaginanza...

Imagina que has quedado a cenar con tus amigos. Estáis celebrando, por ejemplo, un cumpleaños, el comienzo de las vacaciones o simplemente habéis decidido pasar un buen rato juntos. Imagina que después de cenar y de haber estado tranquilamente hablando y poniéndoos al día, decidís ir a una discoteca para seguir con la fiesta. Sois jóvenes y estáis animados, así que no os apetece iros a casa. Además, es pronto aún por lo que todavía queda mucha noche por delante.

Imagina que decidís ir a un local cerca de donde habéis cenado. Podéis ir andando y no tenéis que coger ni autobús, ni taxi… Además, todos conocéis ese sitio y sabéis bien cómo volver a casa desde allí. Imagina que, después de hablarlo, estáis todos de acuerdo en este plan.

Camináis hasta la discoteca. Veis la fila de personas en la taquilla y, por un momento, dudáis de que queden entradas. Como ya habéis llegado hasta allí, decidís esperar pacientemente en la cola. Cuando llega vuestro turno pedís 9 entradas.

Imagina que la persona de la taquilla os dice que no puede venderos las entradas. ¿Se ha completado el aforo? ¿Va a cerrar la discoteca? ¿Piensa que somos menores de edad? Imagina que todos, extrañados, le preguntáis el motivo. ¿Qué significa que no podemos comprar nuestras entradas?

Imagina que la persona os dice que, en estos casos (pone especial énfasis en estas palabras), deberíais haber avisado. Es decir, os explica, que una semana antes de ir a este sitio, deberíais haber llamado para avisar. ¿Avisar de qué?, preguntáis. ¿Avisar para qué? La persona os responde que para poder prepararos una sala especial, en la que estuvieseis solos.

¿Solos? ¿En una discoteca? ¿Por qué? Le explicáis que no queréis estar solos, que lo que queréis es pasar un rato agradable, bailar un poco, tomaros algo y, por qué no, conocer gente nueva. Gente joven, como vosotros, que se reúne con los amigos, como vosotros, que va  cenar a restaurantes, como vosotros, y que tiene ganas de pasarlo bien, como vosotros.

Imagina lo extraño que es tener que explicar esto en la puerta de una discoteca. Imagina lo incómodo que es tener que llamar por teléfono una semana antes para contarle a alguien que no conoces, que el próximo sábado te apetecerá ir a bailar. Imagina que tuvieras que hacer esto cada vez que planificas una actividad.

Además, imagina entrar en un sitio en el que  todo el mundo se divierte y tener que estar –obligatoriamente- en una sala, separado del resto, porque por alguna absurda razón que no logras comprender, no mereces, o no puedes, o no debes, estar con los demás, compartiendo un espacio. Quién sabe, quizá hasta en esa sala pongan otro tipo de música, o den otro tipo de bebidas…

¿Lo imaginas?

Yo todavía estoy intentándolo…


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