Reflejo en esta entrada una
reflexión surgida durante una sesión de formación con padres, madres y
profesionales de la asociación Asprodema de Logroño, durante esta semana.
Contó un profesional que hace años
comenzaron a trabajar desde el servicio de ocio el desarrollo de las
habilidades de autodeterminación de sus usuarios: preguntándoles sobre sus
actividades favoritas, apoyándoles para escoger a sus profesionales de
referencia, priorizando sus preferencias por encima de otras cuestiones
organizativas, etc. Al explicarle a una madre los
resultados positivos que este trabajo estaba dando con su hija, su reacción fue
la siguiente…
¡Cuidado, a ver si ahora me la vais a convertir en
una contestataria…!
Contestatario/a: Que polemiza, se opone o protesta, a veces
violentamente, contra algo establecido
Esta espontánea frase da lugar a
varias reflexiones:
- Aún hoy, a pesar de todos los avances en
relación a la igualdad, seguimos juzgando a las personas con discapacidad
intelectual de un modo diferente al resto (incluso desde su propia familia). Todavía
muchos padres valoran en sus hijos
aspectos que, para el resto de la población, son poco deseables… Por ejemplo,
no es infrecuente oír a padres hablar de las cualidades de sus hijos en
términos como es muy bueno, muy dócil, no ofrece resistencia a casi nada, es
fácil convencerlo… (Pensemos en cualquiera de nosotros diciendo Me casé con mi marido porque era muy dócil…)
- Exigimos a las familias que se adapten a
diversos cambios que, por otra parte, se suceden de forma muy rápida. Pedimos a
los padres que abandonen un modelo de protección (que durante años ha sido el
adecuado) y pasen a un modelo de autonomía y autodeterminación. Estas
exigencias, lógicamente, se reciben con cierta inseguridad y sorpresa (Tantos años diciendo que tengo que proteger
y defender a mi hijo y ahora me dicen que debo dejar que se defienda solo…).
Por lo tanto, es natural –y poco preocupante- encontrar cierta resistencia al
cambio.
- Las personas con discapacidad, con frecuencia,
se han acostumbrado a que sean otros quienes decidan y hablen por ellas.
También en su caso es lógico cierto desconcierto cuando, después de tanto
tiempo, todo el mundo les pregunta qué quieren hacer, cómo se sienten, qué
quieren elegir, cómo quieren vivir… (Si
es tan importante, ¿por qué nadie me lo había preguntado antes?)
Incluso teniendo en cuenta estas pequeñas resistencias al cambio, no podemos olvidar que la meta es siempre: los derechos de las personas con discapacidad.
Su derecho a asumir el control.
Su derecho
a dejar de ser personas dóciles y-por fin- convertirse en personas contestatarias.
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