Uno de los dilemas que se plantea cuando hablamos de un
sistema inclusivo es: ¿qué ocurre con la educación especial? Existen algunas
creencias, en parte, erróneas, que es necesario revisar. Por ejemplo: Las personas que defienden un sistema
inclusivo es porque no confían en la educación especial; El sistema inclusivo
es necesario debido a la mala calidad de los servicios especiales; La educación
especial desaparecerá si se logra un sistema inclusivo…
Este es un tema complejo de tratar, dada la cantidad de
variables (legales, educativas, sociales, organizativas) que influyen y definen
la relación entre la educación especial y la educación inclusiva. Aunque es
imposible reflejar aquí todo estos factores, existen ciertas reflexiones que
pueden orientarnos...
- El paso hacia una educación inclusiva es un proceso gradual. Ningún sistema educativo cambia de la noche a la mañana, y hay que ser consciente de lo largo, complejo, e incierto que es, a veces, este camino. Es mejor ir dando pasos seguros que abrazar demasiado pronto una revolución “desordenada” a la que no sepamos dar respuesta.
- Probablemente las escuelas de educación especial no tengan que desaparecer sino más bien cambiar su rol y funciones. Se convertirían, así, en centros de recursos para la educación inclusiva. ¡No podemos desaprovechar toda la experiencia, conocimiento y trayectoria de grandes profesionales de la educación especial! A menudo son ellos quienes mejor pueden marcar el rumbo de la educación de alumnos con necesidades educativas especiales, en entornos normalizados.
- Esta “transferencia” de experiencias y conocimientos no debería darse únicamente a nivel individual (es decir, por ejemplo, solo en determinados casos de alumnos) sino también a un nivel organizativo. Buscar la mejor manera de conseguirlo (tutorización, mentorazgo, elaboración de materiales, asesoramiento en asuntos concretos como la eliminación de barreras o la realización de adaptaciones curriculares, etc.).
- En ese sentido, deberíamos hablar de “educación especial” y no tanto de “centros especiales”. En un sistema inclusivo siguen existiendo alumnos/as con necesidades específicas de apoyos que requieren una atención complementaria. Y esta atención podría entrar a formar parte de la red educativa general.
- Para entender correctamente la naturaleza del sistema inclusivo, hay que ser consciente de que en la escuela no se tiene por qué aprender todo. Es decir, un alumno puede seguir acudiendo a un centro específico para adquirir determinadas habilidades, recibir un tipo específico de formación o participar en grupos con personas diferentes (por ejemplo, acudir a un centro especializado para aprender braille). La educación no está solo en las aulas, los agentes y contextos educativos son mucho más amplios. Por eso, es importante incluir a los alumnos con nees en otras actividades (deportes, ocio, música…), donde pueden adquirir habilidades importantes. De la misma manera, ningún profesor tiene la responsabilidad única y absoluta del aprendizaje y mejora de un alumno.
- Nos encontramos ante un reto: cambiar el modo de entender la educación especial (hasta ahora asociado casi casi exclusivamente a las discapacidades). Asumir un nuevo rol mucho más dinámico, teniendo en cuenta que las necesidades educativas especiales no son estados del alumno sino que pueden ser cambiantes, transitorias… Olvidarnos de la educación especial como centros donde, una vez que se entra, ya no se sale. Prevenir esa percepción de “no retorno” asociada los centros y servicios especiales.
Hasta hoy la relación entre educación especial y educación
ordinaria ha sido escasa, funcionando como sistemas paralelos, contrarios y
excluyentes (o eras de educación especial o eras de educación ordinaria) Quizá
ahora estemos pagando el no habernos interesado los unos por los otros. Pero,
una vez se logre un acercamiento (superando esa timidez e inseguridad propias
de las primeras citas), seguro que es el comienzo de una gran amistad…
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