lunes, 21 de julio de 2014

La inclusión: de quimera a realidad

A lo largo de entradas anteriores, durante este curso, hemos visto varios aspectos relacionados con la inclusión como meta del actual sistema educativo. Un referente mencionado en dichas entradas ha sido Gerardo Echeita, investigador y profesor experto en la materia. En este caso, nos basamos también en sus palabras para dar una visión nueva acerca de la inclusión…
¿Qué significa la inclusión como META? ¿Cuáles son los “componentes” de la inclusión? ¿Cómo hacer para que la inclusión deje de ser un deseo y se convierta en realidad?

MANOS
Seguro que si eres docente, alguna vez, habrás dicho: yo puedo planificar, puedo coordinar, puedo aprender, puedo pensar actividades inclusivas…. Pero lo que no puedo hacer es estar en dos sitios a la vez, solo tengo dos manos… Y es que la inclusión requiere mucho trabajo, esfuerzo, tiempo, colaboración de muchos profesionales, participación de las familias… Por otra parte, las oportunidades para el aprendizaje y la participación no se agotan dentro de las paredes del aula. En el caso de los alumnos con discapacidad, no todas las destrezas tienen por qué adquirirse o aprenderse dentro del aula (podemos y debemos “extender” la inclusión más allá.
Algunas ayudas pedagógicas que pueden hacer que el profesor “multiplique” sus manos:
  • Fomentar el apoyo entre compañeros (aprendizaje entre iguales, mentores…)
  • Crear grupos de apoyo entre los profesores (aunque no estén directamente implicados en la atención al alumno con discapacidad, ver qué puede aportar cada docente, cómo conseguir sinergias de trabajo)
  • Aprovechar el potencial de las TICS para favorecer el trabajo autónomo (ejercicios que se corrigen automáticamente, vídeos para explicar lecciones, aplicaciones gratuitas para determinadas destrezas…
  • Favorecer la participación de las familias (a través de grupos interactivos, voluntariado, etc.).
Hay muchos y muy útiles ejemplos de buenas prácticas. Se trata de investigar, ser creativo y encontrar la propia fórmula que funcione. 
EVALUACIÓN
Dentro del sistema educativo, lo que se mide, se puede conseguir (M. Ainscow).
El paso de un modelo de integración a uno de inclusión es un proceso que requiere tiempo y, además, un ritmo de trabajo sistemático y bien organizado. Las prácticas inclusivas no se improvisan, sino que forman parte de un proceso de  mejora constante, y consciente, por parte del centro educativo y de todos los profesionales. Por eso, es importante analizar evidencias sobre en qué punto se encuentra la práctica educativa y cuáles son las barreras para el aprendizaje y la participación que aún están presentes. También en este punto,  existen múltiples procedimientos y herramientas (el INDEX, por ejemplo).
El objetivo es: obtener una “fotografía” de la realidad del centro educativo y del aula (para ello hay que escuchar la voz de los expertos, de los profesores, de los alumnos, y de las familias).
TIEMPO
Lo urgente, con frecuencia, no nos deja ver lo importante.
Hay poco más que decir acerca de este elemento: la inclusión requiere darse tiempo para coordinar, invertir en la reflexión, en la evaluación sistemática, en la formación del profesorado, etc. Además, exige también dejar tiempo para que los cambios se vayan asimilando. “Darle la vuelta” a un sistema educativo no es tarea fácil y no se consigue de un día para otro.

ALMA

En el fondo, la inclusión educativa es el proceso (complejo, difícil y plagado de dilemas) de llevar nuestros principios y valores a la acción  (T. Booth).
Alma es el componente menos tangible pero quizá más importante. Es la implicación activa, la puesta en marcha de valores éticos, el reconocimiento de las posibles limitaciones, la reflexión acerca de los diferentes dilemas que plantea la inclusión, la evaluación de los errores cometidos, etc. Supone trabajar buscando la mejor manera para que el alumno aprenda, se eduque, crezca. En definitiva, poner el alma en esta labor es lo que da respuesta a la dimensión moral del trabajo del educador. Incluye muchas habilidades y virtudes, más complejas de medir que los componentes anteriores (empatía, honestidad, humildad, respeto, equidad, compromiso…) pero sin los cuales difícilmente haremos de la inclusión una realidad. 


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