A los niños/as con discapacidad, Igual que al resto, aunque quizá de manera más específica, hay que guiarlos para que tengan un conocimiento
adecuado de sí mismos. El autoconcepto y la autoestima se construyen, desde edades tempranas, a partir de los mensajes que recibimos de personas importantes de nuestro
entorno. De este modo, los padres y demás figuras significativas en la vida del
niño (maestros, terapeutas, hermanos, abuelos, monitores, etc.) actúan como
espejos: la imagen que reflejen y proyecten del niño, y de su discapacidad y capacidades, irá
configurando la imagen que él tenga sobre sí mismo. Por eso, entre otras razones, es especialmente importante cuidar todos los
comentarios, palabras, acciones y mensajes que transmitan ideas relacionadas con
aspectos como los siguientes:
- La discapacidad como una situación digna de compasión, pena, lástima (Pobre mi niño, lo que te ha tocado. No te preocupes, mamá estará siempre contigo para que no sufras). Además de los comentarios dirigidos directamente al niño, hay que prestar también atención a aquellos que se realizan a terceras personas delante de él (por ejemplo, a los hermanos): está malito, tienes que cuidarlo porque no es como tú, es especial y no puede jugar contigo...
- La falta de control sobre la propia vida (Hagas lo que hagas, tienes que conformarte, no estás en situación de elegir, bastante suerte hemos tenido…). La percepción de control sobre aspectos importantes de la vida está íntimamente relacionada con el bienestar. Sin embargo, tristemente, las personas con discapacidad aprenden muy pronto que otros controlan su vida, otros deciden, otros eligen, otros hablan por ellas y que, prácticamente, son otros quienes viven su vida…
- Resignación poco saludable y desesperanzadora (Harás lo que se pueda, irás donde te dejen, da las gracias a tus compañeros por haberte dejado salir con ellos, se han portado muy bien contigo). Comentarios así transmiten la idea de que, en el fondo, la persona con discapacidad no tiene los mismos derechos y, por lo tanto, vive siempre “de prestado”, pendiente de agradecer la buena voluntad de los demás. Si bien es importante ser agradecido, no es justo que la persona con discapacidad “deba” todo lo que es,y lo que hace, a terceras personas (Como necesitas ayuda para todo, tienes que conformarte con lo que el resto te dé).
- Discapacidad como una realidad que hay que esconder, ocultar, poco natural. Muchos padres, por miedo, ignorancia, estrés o ideas preconcebidas, evitan, por ejemplo, mencionar delante de su hijo palabras “clave” como "discapacidad, síndrome, autismo, terapia" … Desde edades tempranas, el niño percibe –en mayor o menor medida- que tiene algo diferente (¿por qué voy a una clase especial después del colegio?, ¿por qué no puedo andar?, ¿por qué los niños de mi clase son más pequeños?, ¿por qué me miran?). Es importante canalizar todas estas inquietudes y darles respuesta para que el niño logre una imagen adecuada de sí mismo, que incluya todas sus características (también la discapacidad). Dejar de nombrar ciertas realidades, además, no hace que desaparezcan.
- Privilegios "especiales" dadas las limitaciones del niño (Tu hermano no recoge sus cosas porque ya sabes que le cuesta más que a tí, si grita es porque no puede evitarlo, déjalo que se ría, ¿no ves que es como un niño pequeño?) Muchos niños, al escuchar comentarios de este tipo, aprenden a utilizar su discapacidad, asumiendo el papel de víctimas, y sirviéndose de esta imagen para conseguir sus fines y "chantajear" a padres, maestros, compañeros... (Como voy en silla de ruedas, puedo pasar antes que tú, te puedo interrumpir en una conversación, como estoy malito tengo comportamientos inadecuados y no me puedes reñir...)
- Fracasos continuos, dada la discapacidad. Por ejemplo, estar constantemente mencionando todo lo que no puede hacer el niño, los sitios a los que no puede ir, las actividades en las que no puede participar, los alimentos que no puede comer, etc. Incluso aun cuando ofrecemos explicaciones lógicas y reales, deberíamos ser cuidadosos y no olvidar reforzar aquellas áreas en las que el niño sí participa, sí tiene éxito, sí disfruta, sí es bueno. La persona con discapacidad, como todas, necesita escuchar cosas positivas acerca de sí mismo y para las familias es un buen ejercicio sustituir tantos "noes" por algún "sí".
- Referencias a su deber para superarse día a día (sobre todo, para acercarse al resto, para parecerse cada vez más a los "normales"), como si esto fuera lo único importante, olvidando los otros aspectos de la infancia, o etapa vital, que debería compartir con otros niños y personas (Ya sabes que tú tienes que trabajar más que los demás, te levantas tan pronto para ir a terapia porque es lo mejor para ti, ya sé que te cuesta pero tienes que esforzarte, para hablar, para andar, para correr, para leer, para mirar a los ojos...) Continuos mensajes como estos refuerzan constantemente todas aquellos aspectos que separan al niño del resto. Además, si son excesivos, generan cierta ansiedad, al transmitir la sensación de vivir en una continua terapia y no disfrutar de cosas sencillas como levantarse tarde, quedarse mirando por la ventana un rato sin objetivo alguno, comerse un bollo con las manos, manchándose de chocolate…
Muchos comentarios como los mostrados aquí, ciertamente, de manera aislada
son inofensivos y, de hecho, suelen ser frecuentes, sin por ello dañar
especialmente al niño. Sin embargo, tomados en su conjunto reflejan una imagen
de la discapacidad poco adecuada. Si queremos cambiar el modo en que el mundo mira a las personas con discapacidad,
hay que empezar con uno mismo. Y, aún más importante, hay que apoyar a las
personas con discapacidad para que tengan de sí mismas esa imagen que esperamos
del resto de la sociedad.
Fotografía: Salvador Arellano Torres |
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