Fotografía: Salvador Arellano Torres |
Las actitudes sociales hacia la discapacidad intelectual han cambiado
considerablemente (a mejor) durante las últimas décadas. Hemos superado
aquellos tiempos, no tan lejanos por otra parte, en los que la discapacidad se
asociaba a la tragedia, el pecado, la marginación más absoluta, la enfermedad,
la "locura", etc. Sin embargo, a pesar de los grandes avances, todavía persisten algunos
prejuicios, mitos y creencias negativas que frenan la inclusión y estigmatizan
a familias y personas que conviven con la discapacidad. Son lo que llamo
"prejuicios escondidos": prejuicios no explícitamente crueles,
incluso amables, muchas veces camuflados tras una máscara de benevolencia y
dulzura. Creo que nadie, al menos abiertamente, diría, por ejemplo, que las personas con
discapacidad intelectual no tienen los mismos derechos que el resto. Pero, si
reflexionamos más a fondo, vemos cómo todavía quedan muchos prejuicios y miedos
que vencer.
¿Te reconoces en los siguientes prejuicios escondidos?
- Las personas con DI, en realidad, son como niños.
- Es un sufrimiento enorme que las personas con DI se den cuenta de sus dificultades.
- Las familias de niños con DI, normalmente, por la situación que viven son familias desestructuradas.
- No tengo nada en contra de los niño/as con problemas pero prefiero que no estén en la clase de mi hijo/a.
- Me da miedo que si mi hijo/a trata con niños con discapacidad se quede también "retrasado" en la escuela.
- Claro que los jóvenes con discapacidad tienen derechos pero de ahí a que vayan a discotecas... Eso es diferente...
- Seguro que las personas con DI tienen sentimientos, sí... Pero, vamos, de ahí a que entiendan qué es el amor...
- Las personas con DI no se enteran de mucho, tienen carácter pero enseguida se les olvidan las cosas (por ejemplo, separarse de su novio/a...)
- Lo importante es que a los niños/as con discapacidad se les trate con cariño, con amor... Que se sientan queridos, aunque no avancen mucho.
- No tengo nada en contra de las personas con discapacidad pero me veo incapaz de tratar con ellas. Me dan tanta pena...
- Que sí, que sí, que pueden ir a los mismos sitios que yo, pero qué quieres que te diga... Prefiero que no haya personas con discapacidad cerca (en un hotel, un restaurante, una playa...)
- Tiene que ser muy duro tener un niño/a con discapacidad. Me da "cosa" hablar con esas familias...
- Es mejor que los niños/as con discapacidad estén y se muevan en entornos especiales: es donde mejor se les va a entender, donde se sentirán acompañados...
- Es que, por mucho que lo intenten, la verdad es que nunca van a ser como los demás....
- Claro que apoyo a las personas con discapacidad pero, oye, no es mi lucha, que cada uno se apañe como pueda.
- No me molestan los niños/as con discapacidad pero, creo yo, que deben comportarse. Hay algunos/as que chillan, son violentos, pegan... A esos yo no les veo preparados para la inclusión.
Y así, uno tras otro, podríamos seguir la lista. Los prejuicios son variados,
la creencia que siempre esta detrás es una muy sencilla: que las personas con
discapacidad, en el fondo, en el fondo, en el fondo, son algo "menos
personas" que el resto. Y, oye, que no es culpa suya, pero qué se le va
hacer...
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