martes, 21 de junio de 2016

Tópico 1. Las personas con discapacidad son infelices

Existen determinadas ideas sobre la discapacidad intelectual, la mayoría fruto del desconocimiento, que hacen muy difícil la inclusión. Son creencias y pensamientos acerca de la vida de dichas personas que se repiten una y otra vez, sin ninguna base, pero extensamente difundidas. Hay que recordar que este tipo de prejuicios, con frecuencia, lleva asociados sentimientos negativos hacia las personas con discapacidad (temor, rechazo, desconfianza, pena, lástima…) que, a su vez, generan conductas de discriminación (no querer tratar con ellas, no relacionarse, no tener en cuenta su opinión, etc.). Por eso, las próximas entradas se van a dedicar a analizar algunos de esos prejuicios: mitos y tópicos sobre la discapacidad contra los que tenemos que seguir luchando.
Tópico 1. Las personas con discapacidad son infelices
Una de las reacciones más frecuentes es asociar directamente discapacidad y sufrimiento. Discapacidad y vida infeliz. Este pensamiento, las personas con discapacidad sufren,  es complejo de analizar y tiene consecuencias también muy complejas. Algunas de ellas: creer que la discapacidad convierte la vida de una persona en una vida menos digna, intentar evitar a toda costa la presencia de una discapacidad, querer alejar la discapacidad de nuestra vida y de la de aquellos que queremos (no quiero que mi hijo vea a ese niño -con discapacidad-, no me gusta juntarme con esa madre de un niño -con discapacidad-porque me da mucha pena…).
Esta puede ser una idea que surja de manera natural, en apariencia lógica, sin ninguna intención de despreciar a las personas con discapacidad y a sus familias (en definitiva, nadie desea una discapacidad…). Pero hay que intentar ver más allá…
Algunas reflexiones:   
  • La discapacidad conlleva dificultades. A veces, además, se asocia a determinados problemas de salud que complican la vida de las personas y la de sus familias. La discapacidad exige afrontar retos específicos, algunos especialmente duros: búsqueda de apoyos, lucha por los derechos, mayores roles de cuidado por parte de los padres, aprendizajes más lentos, etc. Todo esto es cierto. Sin embargo, muchos de restos retos no serían tan duros, ni generarían tanto estrés, ni supondrían tanto cansancio (físico y emocional) si mejoráramos el entorno para las personas con discapacidad. Las barreras impuestas por esta condición pueden ser poderosas, pero lo son mucho más aquellas impuestas por el contexto social. Pensamos que si una persona es infeliz, es por su discapacidad: ¿cómo no va a serlo? Y nos olvidamos de las verdaderas fuentes de sufrimiento: la discriminación, las miradas de compasión, la falta de oportunidades, las situaciones de exclusión, el desprecio de algunos otros, la falta de apoyos… Pensar que la infelicidad es un rasgo “intrínseco”, una especie de síntoma más asociado a la discapacidad, nos ciega, y nos impide avanzar en derechos y en inclusión.
  • Por otra parte, todos sabemos que las personas podemos ser felices incluso en condiciones adversas. Dar por supuesto que una discapacidad arruina una vida, es confiar escasamente en la capacidad del ser humano para buscar y encontrar el bienestar, la satisfacción, la felicidad. En determinadas ocasiones, afrontar una discapacidad es muy difícil (recordemos que más por las barreras del entorno que por la propia condición de discapacidad). Sin embargo, se puede afrontar, se puede ser feliz, se puede lograr calidad de vida. Y esto es algo de lo que hay que convencer todavía a muchos…
  • Tener una discapacidad no quiere decir no saber disfrutar de la vida. Una persona con discapacidad intelectual presenta un funcionamiento diferente que, sí, a veces, es más lento, o atípico, o poco común. Pero disfrutar, reír, divertirse, alegrarse, sentir amor, empatía… no es patrimonio de ningún grupo de humanos (ni de los más listos, ni de los más rápidos, ni de los más ricos, ni de los de aquí, ni de los de allá…). Todos poseemos la capacidad de disfrutar de una vida plena. Las personas con discapacidad tienen, como todos, fortalezas, que se convierten en base, e impulso, para la felicidad (sentido del humor, alegría, sociabilidad, etc.). Hay que conseguir que desaparezca el sesgo negativo del rasgo “discapacidad” para poder comprender esto.
  • Con frecuencia, muchos piensan que las personas con discapacidad no pueden alcanzar esa felicidad porque son incapaces de lograr metas que consideramos la cima del bienestar. Cabe reflexionar por si esas metas son realmente tan valiosas, para todos, en cualquier circunstancia: ¿dinero? ¿estatus profesional? ¿autonomía? ¿independencia? Los modos de ser feliz son tan diversos como lo somos las personas que perseguimos esa meta. No perdamos el norte y recordemos: se puede ser feliz hablando, o sin hablar, caminando o en silla de ruedas, trabajando o quedándome en casa…
  • Finalmente, la discapacidad forma parte de la vida. Mantener que las personas con discapacidad son infelices, hace que nos alejemos de ellas. Supone alimentar una visión de la discapacidad como algo oscuro, triste, vergonzoso, incómodo, lejano… Y esto, no es inclusión. No es convivencia. No es preparar a la sociedad para compartir con aquellos que son diferentes. Y, peor aún, es esconder una parte de la vida tan natural como cualquier otra.





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