sábado, 1 de septiembre de 2012

Revolución que nunca llega... y que siempre estuvo allí


Se oye hablar mucho de la revolución de la enseñanza, de los nuevos modelos educativos que deberíamos implantar.

“Los niños no aprenden, no se valora el esfuerzo, la escuela está anticuada, proporciona una instrucción obsoleta, necesitamos respetar los intereses del alumno, partir de sus conocimientos, promover su autonomía y creatividad…” Todas estas ideas se reciben con entusiasmo, por su aparente aire de novedad y cambio.

Pensando acerca de estas cuestiones y reflexionando sobre el sentido de las competencias funcionales (aquellas que tengan un impacto real en la vida del alumno), me encuentro con el siguiente texto de Pestalozzi, uno de los padres de la pedagogía.

“En tanto los maestros no se tomen la molestia o no sean capaces de infundir en sus alumnos un vivo interés por aprender, no tienen derecho a quejarse de su falta de atención ni de la adversión de algunos niños hacia la enseñanza. Si pudiéramos ser testigos del indescriptible aburrimiento que invade el alma infantil cuando se pasan un tras otra las fatigosas horas ocupándose en cosas que no causan ningún aliciente en los niños, ni pueden parecerles de alguna utilidad, y si quisiéramos acordarnos de esos mismos hechos que nos ocurrieron en nuestra propia infancia, no nos extrañaríamos más de la pereza del escolar que se arrastra hacia la escuela como una babosa…”
Pestalozzi, J. H., Cómo Gertrudis enseña a sus hijos (1801).

De repente, me siento muy culpable de no haber escuchado a Pestalozzi hasta más de 200 años después… Y espero que la revolución de la que tanto hablamos no tarde tanto en llegar. 


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