jueves, 5 de enero de 2012

La forma en que miramos

Hace poco me contaba una madre de un joven con síndrome de Down que, cuando éste era pequeño, los niños de su clase estaban emocionados porque tenían un compañero chino. La forma rasgada de sus ojos era para el resto algo misterioso e incluso atractivo. También las madres de sus compañeros trataban con dulzura a su hijo y, aunque esto no me lo dijo ella, estoy segura de que, probablemente,  despertase en ellas sentimientos de ternura, cariño y comprensión. Momentos después, la misma madre me contó que su hijo, durante sus años de adolescencia, sufría todas las mañanas por tener que ir al instituto. Sufría porque en el recreo se quedaba solo, porque no seguía las conversaciones de sus compañeros, porque los chicos de su clase salían por la noche y él no, porque no le llamaban por teléfono para participar en sus planes, porque en el autobús nadie se quería sentar con él, etc.
Otros jóvenes con síndrome de Down no tienen tanta suerte y aparece el insulto, los motes despectivos, las agresiones, la marginación. “El chinito” encantador pasa a ser “el tontico, el subnormal, el raro”… 

Me pregunto: ¿en qué momento se produce el cambio? ¿Qué ocurre para que esto suceda? Es el mismo niño, el mismo síndrome de Down… ¿Por qué una diferencia que en un momento encontramos “encantadora” se convierte en una realidad incómoda?

Es frecuente oír a padres y profesionales decir que, cuando los niños son pequeños las diferencias entre ellos no son tan evidentes. De alguna manera, los retrasos o discapacidades pasan desapercibidos y los desfases entre unos y otros no han aparecido de manera clara; digamos que todos “rinden” más o menos igual (desde su punto de vista, no desde el de los padres u otros adultos, claro está). Por eso, los niños juegan juntos, sin ser conscientes de las etiquetas que cada uno lleva (el niño con TDAH, el niño con síndrome de Down, el niño con retraso psicomotor…)
Vuelvo a preguntarme: con el paso de los años, ¿qué es lo que cambia? ¿Es que los niños son unos inconscientes, unos ingenuos, y, a medida que crecen-en edad y sabiduría-, adquieren la certeza de que ellos sí son diferentes?
¿Son las limitaciones de la persona con discapacidad para adaptarse a su contexto lo que genera la indiferencia y/o el rechazo?

O… ¿es la forma en que miramos?


Fotografía: Javier Arcenillas (V Concurso fotografía digital del INICO,  2007)








3 comentarios:

  1. muy buen artículo, un gusto conocer tu blog :)

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    1. Gracias Eliana. Un gusto también para mí conocer tu historia. Un saludo!

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  2. En esta línea Hannah Arendt en "la condición humana" dice que somos lo que los otros piensan de nosotros... Entiendo que la idea que la mirada exterior, ajena condiciona nuestras actitudes y comportamientos. Tenemos que educar la mirada y no sólo las palabras que dices en la otra entrada.
    Saludos.

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