Alegría en un grupo de familias ante la exclusión de un
alumno...
Noticia en El
país y en 20
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Hace unos días, la noticia revolucionó las redes: un grupo de
madres celebra con evidente alegría el que un alumno con Asperger, compañero de
sus hijos, cambie de clase. De repente, nos llevamos todos las manos a la
cabeza: ¿por qué no se respeta la inclusión? ¿Por qué se muestra semejante gozo
al ver a un alumno apartado? ¿Por qué muchos ni siquiera comprenden que ese es
un acto de discriminación? No vamos a negarlo, este es un suceso complejo
que debería ser analizado con mayor profundidad de la que aquí se refleja. Son
muchas las perspectivas y variables implicadas. Sin embargo, de fondo, siguen
perpetuándose ciertas creencias que dificultan la inclusión real de todos
aquellos considerados diferentes. Aún a riesgo de simplificar, aquí van algunas
actitudes que pueden ayudar a entender por qué pasó lo que pasó…
- Existe
un pensamiento común según el cual los derechos de las personas diferentes
no son equivalentes a los de las demás. De hecho, dicen los mensajes del
citado grupo de familias: Ya era hora de que se hicieran valer los
derechos del niño, de 35, y no solo de uno. Como si es simple hecho de ser más, quisiera decir
ser mejor. Como si la dignidad, el derecho a ser educado,
respetado y querido por lo que uno es, dependiera de ser como los demás.
Como si el ser “normal” fuera garantía de valor personal. Como si
existiera eso de “ser normal”…
- Además,
la discapacidad/diversidad funcional sigue siendo una realidad
tremendamente desconocida. Vamos a pensar que, seguramente, este grupo de
padres no son malas personas. No actúan con malicia. Vamos a pensar que,
en realidad, no quieren nada malo para el niño con Asperger. Vamos a
pensar que, simplemente, creen que están actuando debidamente. Podría ser
un problema de ignorancia. Da miedo oír la palabra “asperger” o “autismo”,
sin saber qué es. Niños que molestan, que pegan, que no se comunican, que
son raros, que entorpecen al resto… Las personas que nos movemos en el
mundo de la discapacidad, con frecuencia, nos comunicamos entre nosotros.
Fuera de este círculo, y a pesar de
ser una realidad natural, la diversidad es temida y poco visibilizada.
- Concretamente,
en el ámbito educativo, es frecuente entender la diferencia como una
amenaza. Esto es un asunto realmente complicado… Puede que, realmente, un
niño con Asperger muestre ciertas conductas disruptivas (no olvidemos:
¡también puede hacerlo un niño sin discapacidad, de los llamados
“normales”!). Sin embargo, hay una gran diferencia entre ver esto como un
riesgo para el resto de alumnos a verlo como un reto educativo del que
todos pueden aprender. Como decía cierto profesor mío, cuando la marea
sube, lo hace para todos los barcos. Un
maestro capaz de atender a un alumno diferente, es un mejor maestro para
todos.
- Seguimos
tratando de que sean los niños quienes se adapten al sistema y no al
revés. Dicho en lenguaje técnico, seguimos pensando en términos de
integración y no de inclusión. Y esto es un error grave: un sistema
pensado para un alumno medio es un mal sistema. ¿Por qué? Simplemente,
porque el alumno medio no existe. Y, sin embargo, continuamos considerando
la discapacidad como una realidad ajena, extraña, que anula al resto de la
persona. El niño deja de ser un
compañero más para convertirse en “el asperger”, “el autista”.
Si no concebimos discriminar por razón de sexo, origen, color de la piel,
¿por qué sí por discapacidad, que no deja de ser una condición más de la
persona?
- Por
otra parte, con frecuencia, se priorizan determinadas metas académicas (academicistas…)
relacionadas con la productividad por encima de la EDUCACIÓN en su sentido
más pleno. Supongo que este grupo de madres alegaría que el comportamiento
del niño retrasaría el aprendizaje del resto (algo que, por otra parte, la
investigación ha demostrado sobradamente que no es cierto). Falta por
convencernos del tremendo poder de la
diversidad como un recurso valioso para el aprendizaje y la educación de
todos (y, además, gratis!).
- Finalmente…
existe una falta de empatía importante…
¿De verdad hace falta tener en la familia a alguien diferente para
comprender cómo se han podido sentir los padres del niño excluido?
Resumiendo, la inclusión es cuestión de todos. Un maestro solo no
hace la inclusión. Una familia en un centro educativo tampoco. De nada sirve
echar las culpas a un lado y al otro, sin pensar realmente en cómo unirnos
hacia una meta común. Solemos pensar que reacciones de discriminación como
la que se muestra en este grupo de wasap es consecuencia de factores, la
mayoría “externos” o poco sujetos a nuestro control: una mala gestión por parte
del centro, unas leyes discriminatorias, falta de recursos, conductas
disruptivas, escasez de apoyos para la diversidad, etc. Y es obvio que todo
ello influye.
Pero quizá lo prioritario sea modificar las actitudes de rechazo
hacia el diferente. Quizá esté allí la causa de todos los males. Quizá sea este el origen y no la consecuencia. O no. Pero urge averiguarlo. Porque en algún momento habrá que
empezar a cambiar las cosas
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