En el desarrollo de una personalidad saludable hay dos
pilares básicos: el autoconocimiento y la autoestima. Es decir, necesitamos
conocernos y aceptarnos tal y como somos.
Las personas con discapacidad intelectual no son una
excepción. Como en muchas otras áreas,
puede que, desde niños, necesiten más tiempo, más apoyo e incluso una enseñanza explícita para lograr estas
metas.
En este sentido, hay que hacer referencia al conocimiento,
comprensión y aceptación de las dificultades y características propias de la
discapacidad. Se debe y se puede trabajar sobre la discapacidad, con
naturalidad, transmitiendo el mensaje de que ésta no es la única cualidad que
define a la persona.
Muchos hablan de una “conspiración del silencio” en torno a
este tema, incluso dentro del propio ámbito familiar. Con frecuencia, son las propias personas con
discapacidad (desde edades tempranas, por otra parte) quienes rompen dicha conspiración.
La mayoría de padres y madres se han enfrentado a preguntas del tipo: ¿por
qué no hago las mismas cosas que los demás?, ¿por qué no puedo salir sólo?,
¿por qué tengo que ir a este colegio? O, ¿por qué me miran? Todo ello nos indica que se saben y se sienten
diferentes. También nos advierte de la
complejidad de este tema y de la necesidad de que el área “autoconocimiento y
autoestima” se trabaje tanto en los entornos formales como familiares.
De momento, basta decir que, para aspirar a metas más altas,
las personas con discapacidad necesitan oportunidades para conocerse mejor y
valorarse tal y cómo son.
Como todos los demás, necesitan comprender quiénes son. Sólo
así podrán decidir hacia dónde quieren dirigirse.
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