martes, 30 de septiembre de 2014

En busca de una visión equilibrada

Es muy difícil mantener una visión equilibrada de las personas con discapacidad. Muchas veces, en positivo, nos dejamos llevar por esa idea de que las personas con discapacidad, independientemente de las múltiples variables que influyen, tienen siempre un gran afán de superación, valentía, resiliencia, aguante… Es evidente que muchas personas con discapacidad, desde edades tempranas, han tenido que superar grandes retos y probablemente sigan haciéndolo durante toda su vida (también sus familias). De ahí, ese halo de admiración que muchas veces sentimos al ver que, a pesar de la discapacidad, siguen adelante y logran grandes cosas. Muchas historias de logros de personas con discapacidad nos conmueven, precisamente porque sabemos que –para conseguir lo mismo- han tenido que hacer muchísimo más esfuerzo que otros.

Sin embargo, también es bueno reflexionar acerca de este tipo de creencias acerca de las personas con discapacidad como figuras extraordinarias… ¿Por qué? Algunas razones:

  • Porque quizá añada cierta presión. Tú eres valiente, tú puedes con todo, tú tienes afán de superación. Quizá a la persona con discapacidad (niño, adolescente, o adulto) le apetezca, de vez en cuando, no ser un héroe. No avanzar, no ser un ejemplo para todo. Quizá necesite también que le reconozcan que los héroes también fallan y fracasan de vez en cuando, sin sentirse culpables por ello. Si una persona con discapacidad no es una SUPERPERSONA no tiene por qué sentir que defrauda a nadie.
  • Porque no es bueno juzgar a una persona (en sentido positivo o negativo) sin antes conocerla. Porque tenemos que desterrar la idea de que las personas con discapacidad tienen exactamente todas las mismas experiencias. Su vida está definida por muchas otras más variables, y es mucho más compleja de lo que pensamos. La persona con discapacidad no es “una discapacitada”, a secas. La persona con discapacidad tiene un carácter, una familia, unas cualidades, unas preocupaciones, vivencias, intereses, gustos, etc., cuya definición no podemos encontrar en ningún libro sobre la discapacidad. Únicamente entenderemos esto si nos preocupamos por conocer a la persona. No puedo dar por supuesto que alguien es valiente y fuerte si no lo conozco. ¿Por qué va a ser diferente en el caso de la discapacidad?
  • Porque, a veces, parece que lograrán las cosas si su grado de esfuerzo es máximo y nos olvidamos de los esfuerzos que tenemos que hacer los demás. X fulanito llegará a estar en un colegio normal porque se esfuerza mucho. XX conseguirá hablar porque es super voluntarioso y se esfuerza todos los días ¿Por qué no cambiamos el discurso?:  X merece estar en un colegio normal, vamos a ver qué apoyos podemos darle. Quizá tengamos que aprender un nuevo método de comunicación para hablar con XX, ya que puede que no aprenda a hablar…  
  • Porque tiene que existir un equilibrio entre esfuerzo invertido y logro conseguido.  Porque tenemos que preguntarnos si vale la pena una vida vivida en continua lucha, en continuo sacrificio. ¿Y el tiempo para cometer errores? ¿El tiempo para ser uno más? ¿El tiempo para no tener que demostrar nada a nadie, sino simplemente ser uno mismo, con fallos y virtudes?
  • Porque, quizá, transmitimos a las personas con discapacidad la idea de que las valoraremos en la medida en que sean figuras extraordinarias. ¿Y qué pasa con las que no lo son? ¿Qué pasa con aquellas que se rinden? ¿Qué pasa con las personas que son perezosas o no son resilientes? (Sí, así es: existen personas con discapacidad vagas, poco trabajadoras, con escasa tolerancia a la frustración, egoístas... Incluso antipáticas, vanidosas, chantajistas...). La razón por la que debemos respetar, convivir y aceptar la diversidad no es porque puedan ser un ejemplo para nosotros (quizá sea un efecto secundario en determinadas ocasiones). Tenemos que convencernos de que las personas con discapacidad son iguales al resto y son -ante todo – PERSONAS con historias, vivencias y rasgos únicos, buenos y malos.


¿Qué pasa si uno no quiere ser extraordinario sino simplemente uno más? 


miércoles, 24 de septiembre de 2014

Inclusión: mensaje para "los otros" padres

Son muchos padres los que todavía se resisten a que sus hijos convivan en las aulas con niños con discapacidad, sobre todo si estas son severas, o visibles. Hace un tiempo una madre me contaba que, al proponer crear un aula de apoyo en el colegio ordinario de su hija, la respuesta que obtuvo (más o menos) fue: Esto no es un colegio de educación especial, si creamos el aula específica se nos llenaría. Y además el resto de padres se oponen. Tu hija ES de educación especialPor situaciones como esta (sobre todo, por el impacto que estas experiencias tienen en la vida de los niños con discapacidad y sus familias), es importante formar y sensibilizar a toda la comunidad educativa sobre la inclusión. De ahí este mensaje para los padres de niños “normales” que aún creen que la discapacidad no merece el mismo lugar…

No tengas miedo de que haya un niño con discapacidad en la clase de tu hijo
  • La discapacidad no se “pega”, no se contagia. Puede que tu hijo imite algún comportamiento del niño con discapacidad, igual que puede imitar muchas otras conductas. Pero no te preocupes, no va a empezar a retroceder. Seguramente la discapacidad le llame la atención y eso dé lugar a conductas aparentemente extrañas (Yo también quiero hablar con un tablero como Fulanito, yo también quiero que me den de comer…).
  • Tu hijo va a aprender cosas muy valiosas. Piensa en ello. Cosas que no va a olvidar, aún con el paso de los años (no ocurre lo mismo con otros aprendizajes). Realmente, es más importante que tu hijo sepa tratar a las personas o sepa comprender que hay personas que necesitan más apoyos que, por ejemplo, sepa enumerar los órganos que forman el aparato digestivo (puede ser importante saberlos pero, ¿sabrías decirlos tú ahora?) En cambio, ciertos valores fundamentales para ser una PERSONA, con mayúsculas, las puede adquirir a partir del contacto con niños diversos.
  • Aunque los beneficios de la inclusión son grandes para tu hijo, recuerda que el objetivo es que el niño con discapacidad también aprenda. Es su derecho, tiene el mismo que el resto de niños a pesar de  no tener las mismas capacidades. Ponte en el lugar de esa familia: ¿cómo te sentirías si no pudieras elegir opción educativa para tu hijo? ¿Cómo te sentirías si el padre de otro niño dijera que tu hijo no merece, no puede, no es conveniente, no debe estar en un aula con otros niños? No pienses que porque no te haya tocado a ti, es menos importante
  • El hecho de tener una discapacidad intelectual no quiere decir que esa persona no tenga otras fortalezas. Descúbrelas. Seguro que ese niño es mejor que tu hijo en algo (es un atleta estupendo, es divertido…).
  • El maestro preparado para atender a la diversidad es un mejor maestro. Por lo tanto, también lo será para tu hijo. Tiene más recursos, es más creativo, tiene más inquietud por mejorar, es más flexible, comprometido…  Si mejoramos la calidad de la enseñanza para los niños diferentes, la mejoraremos para todos.
  • Olvídate de la discapacidad y piensa que ese compañero de tu hijo es, ante todo, un  niño. Da igual que vaya en silla de ruedas, da igual que se le escape la baba, da igual que hable más despacio, da igual que tarde más en aprender… es un niño y comparte muchas cosas con tu propio hijo. Fíjate con atención y lo comprobarás.
  • Observa cómo tu hijo entiende y trata la discapacidad. Aprenderás la naturalidad con la que los niños conviven con el mundo y con otras personas diferentes. Fomenta esa naturalidad, también la curiosidad, y no eduques a tu hijo en los prejuicios y etiquetas.
  • A lo largo de los años, te encontrarás con muchos más niños y personas “especiales”, por muchos otros motivos. No dejar o no querer que estén en el aula es un error, es cerrar los ojos a la diversidad inevitable, que nos rodea.
  • Olvida de la distinción centro normal y “centro especial”, niño “normal” y niño especial. Tradicionalmente ha sido así pero el modelo en el que deberíamos movernos actualmente es el de la inclusión educativa. Todavía quedan muchas cosas por mejorar y por eso tienes dudas pero trabajando juntos, lo lograremos.
  • No pienses en metodologías tradicionales, las escuelas ya no son como antes –o no deberían-. No pienses en la vida escolar de tu hijo igual que si fuera la tuya. Las aulas no son homogéneas, la tecnología ha multiplicado las posibilidades, el conocimiento de la discapacidad, los medios técnicos y humanos es mayor, etc.
  • No olvides que hoy es el compañero de tu hijo pero mañana puede ser otra persona. No se aprende a convivir y entender la discapacidad si rechazamos tener trato con ella. Los niños no eligen tener una discapacidad. Tampoco sus familias. No les hagas sentir que, además, son culpables o molestan al resto de personas “normales”.
Las actitudes hacia las personas con discapacidad serán más positivas cuando tengas un contacto duradero, frecuente y satisfactorio con ellas ¡Si ahora son negativas, puedes cambiarlas! 

martes, 16 de septiembre de 2014

Creando cultura de diversidad


En la difícil tarea de lograr escuelas inclusivas, uno de los pasos fundamentales es generar una cultura de la diversidad. Las escuelas (profesores, alumnos, familias, comunidad educativa) tienen que valorar, apreciar, vivir la diversidad como un reto y no como una amenaza a su estabilidad. Muchos alegan que las escuelas no están preparadas para asumir la gran diversidad actual del alumnado. Pero esto, más que una excusa, debería ser el punto de partida para el cambio y la mejora. ¿Que no estamos preparados...? Entonces es momento de cambiar la educación, y no de hacer desaparecer, disfrazar o ignorar a tantos y tantos alumnos diversos…



Las siguientes ideas y actividades sirven para crear esta cultura de diversidad e inclusión. Se pueden llevar a cabo, adaptadas en cada caso, con grupos de formación de profesores, con familias, con los propios alumnos, con futuros profesionales de la educación, etc.
1. Describe ¿Qué significa para ti “ser normal”? Piensa, al menos, 4 sinónimos de este concepto. Prepara una breve intervención (de dos minutos) explicando este término. Puedes grabarte y enviarlo para verlo en el grupo, escenificarlo, contar una historia, etc. Explícalo como quieras y donde quieras.. 
2. Para el próximo encuentro o sesión, trae una foto o imagen que represente para ti el concepto de “diversidad”. Lo ideal es que tú mismo hagas la foto, con el móvil, y expliques por qué has escogido esa imagen, o momento. 
3. Durante una semana, presta atención a cuántas veces utilizas expresiones como “nosotros”, o “ellos, los otros”. ¿Cuándo las ha usado? ¿Quiénes son, para ti, “los otros”? ¿Cuáles son las diferencias que has mencionado? (Por ejemplo, nosotros los españoles somos… ellos –los extranjeros, los inmigrantes…). 
4. Fíjate también en cuántas veces, y en qué situaciones, describes a colectivos de manera general. ¿Has hablado de “los extranjeros, los adultos, los políticos, los ricos, los musulmanes, los pijos, las mujeres…”? 
5. Busca imágenes de “personas diferentes”. Explica, en el grupo, las razones de tu elección. ¿Por qué son diferentes? ¿Qué representan para ti esas diferencias? ¿Qué sentimientos o emociones te producen?

El objetivo es aprovechar las aportaciones de cada participante y generar discusión y reflexión compartida acerca de conceptos como diversidad, normalidad, igualdad, etc. Este tipo de actividades, sencillas y prácticas, contribuyen a que, poco a poco, se cree una cultura de respeto. Como siempre decimos en este blog, cambiar los valores y las creencias es lo que nos llevará a modificar las conductas. Así que, manos a la obra… 






miércoles, 10 de septiembre de 2014

Dinámica sobre la inclusión educativa

Aunque la inclusión es uno de los conceptos educativos que más se repiten actualmente, más en el área de la discapacidad, es probable que aún muchos profesionales no comprendan -del todo- qué implica este modelo. Por eso, se propone la siguiente dinámica...

Objetivos: reflexionar acerca de la percepción sobre el concepto de inclusión. Discutir posibles prejuicios hacia la inclusión educativa y aclarar aspectos dudosos.

Procedimiento: se entrega un listado de afirmaciones sobre la inclusión educativa. Cada idea está escrita en un post it. En pequeños grupos, los participantes tienen que discutir y comentar las ideas y organizarlas según tres columnas: (1) Representa (es inclusión, estoy de acuerdo), (2) No representa (es una idea que no es coherente con el sistema educativo inclusivo, no estoy de acuerdo, no representa mi idea de inclusión), (3) Dudoso (plantea dilemas).

Distribuye las frases según representen o no tu visión. Coloca en la columna de Duda aquellas afirmaciones en las que no estés seguro o que, a tu modo de ver, plantean ciertos dilemas educativos.  

Las ideas que se pueden incluir pueden ser variadas y dependerá de las características del grupo con el que se vaya a trabajar (si son profesionales de aula, depende de qué grado, si son especialistas, si son estudiantes, etc.) y del marco en el que se realice la dinámica (si es después de una formación, si es para examinar los conocimientos previos, etc.). El siguiente cuadro recoge algunas de las afirmaciones que se pueden presentar: 



Más afirmaciones:
  • Hasta que no logremos un sistema educativo inclusivo, verdaderamente eficaz, no podemos olvidarnos de la educación especial 
  • Por ley, los centros educativos deben admitir a todos los alumnos (incluso a aquellos con necesidades educativas especiales) 
  • La diversidad es una oportunidad para el aprendizaje y el sistema inclusivo pretende aprovecharse de este potencial 
  • La educación especial sigue siendo el mejor ambiente para determinados alumnos
  • Los colectivos históricamente vulnerables son quienes más se aprovechan de un sistema educativo inclusivo (minorías étnicas, alumnos con discapacidad...) 
  • La mayoría de los docentes en ejercicio tienen la competencia necesaria para afrontar el reto de la inclusión educativa de alumnos con discapacidad 
  • Sin recursos y apoyos institucionales es imposible llevar a cabo prácticas inclusivas 
  • Los alumnos "especiales" (con discapacidad) entorpecen, con frecuencia, el desarrollo de la actividad normal del aula 
  • El sistema educativo es el que debería adaptarse a las necesidades de los alumnos, y no al revés 
  • Los alumnos con discapacidad están mejor en educación especial ya que es menos frustrante para ellos 
  • Las familias que defienden un sistema educativo inclusivo son aquellas que no han aceptado la discapacidad de sus hijos 
  • Existen escasas evidencias científicas acerca de los beneficios de un sistema educativo inclusivo 
  • Quienes tienen la última palabra a la hora de decidir la escolarización son los padres (que pueden oponerse a la educación inclusiva si así lo consideran)
  • La inclusión educativa solo se logra en comunidad (es decir, deben participar todos los agentes educativos: familias, escuelas, etc.) 
Preguntas que guíen la reflexión
  1. ¿Cómo es la inclusión (afirmaciones que representan). 
  2. ¿Cómo no es la inclusión? (afirmaciones que no representan? ¿Cuáles son los aspectos dudosos?
  3. ¿Ha sido clara la distribución de las afirmaciones? ¿Cuál ha generado más discusión? 
  4. ¿Qué post its cambiariáis de columna? (Redistribuir según debate y consenso) 

jueves, 4 de septiembre de 2014

Las familias "especiales" también son humanas


Tener un hijo con discapacidad, intelectual o física, conlleva cierto estrés añadido a las ya de por sí complejas tarea de cuidado y educación. Los niños con discapacidad no llegan solo a las familias que están preparadas para ello. No llegan únicamente a los padres y madres especiales. Por lo tanto, las familias no tienen por qué contar con todas las cualidades necesarias para afrontar esta nueva situación. Tampoco siempre saben gestionar con éxito el torbellino de emociones que genera la presencia de una discapacidad. Muchas veces, los padres y madres se sienten sobrepasados por la situación de la discapacidad; algo para lo que no se habían preparado, y que nadie les dijo que iba a suceder... Evidentemente, el bienestar del niño con discapacidad depende -en gran medida- del bienestar de aquellos que le rodean. Mejorar la calidad de vida de su hijo, pasa necesariamente por mejorar su propia calidad de vida. 



Por eso, es necesario que las familias presten atención a ciertos signos de estrés (presentes también en otras situaciones como, por ejemplo, cuidado de personas dependientes mayores, etc.): 

  • Estoy irritable la mayor parte del tiempo. Tengo una percepción permanente de resentimiento (contra el mundo, contra la discapacidad, contra mi hijo, contra quienes me rodean…). Constantemente, me pregunto ¿por qué a mí?
  • Pierdo la paciencia con facilidad, incluso en situaciones de lo más cotidianas. Tiendo a “explotar” cuando mi hijo tarda más tiempo de lo normal en realizar alguna tarea, o cuando tengo que repetirle las instrucciones… Me doy cuenta de que mis cambios de humor son constantes y de que no siempre respondo de la misma manera ante las dificultades de mi hijo.
  • Siento ira hacia la sociedad en general, hacia el mundo: ¿cómo pueden seguir adelante con lo que yo tengo en casa? No tengo tiempo, ni energía, ni ganas de escuchar a otras personas contarme sus problemas cotidianos. Tiendo al aislamiento.
  • Con frecuencia, tengo sentimientos contradictorios (positivos y negativos) en relación a la discapacidad de mi hijo y hacia nuestra situación familiar. Hay días en que no lo cambiaría por nada, y días en los que me gustaría volver a empezar.
  • Me asusta pensar en realizar cambios en mi vida. Cada novedad la percibo como una amenaza y me siento indefenso (por ejemplo, cambio de colegio, comienzo de una nueva actividad o terapia…)
  • Me molesta la presencia de otras personas de apoyo que ayuden a mi hijo. No confío plenamente en casi nadie, y tengo la sensación de que solo yo conozco bien a mi hijo. Por lo tanto, prefiero hacer el máximo posible sin contar con tercera personas (le doy la terapia, le hago logopedia, lo baño, le doy de comer…). Me irrita profundamente que los demás no realicen estas tareas tal y como lo hago yo (que es como más le gusta a mi hijo).
  • Me encuentro excesivamente cansado, agotado. No dejo que nadie “entre” en nuestras vidas pero aun así, soy consciente de que necesito apoyo.
  • Cuando pienso en querer descansar, en “liberarme” de ciertas tareas de cuidado o en pasar algo de tiempo sin mi hijo, me siento tremendamente culpable.
  • Me resulta muy doloroso compartir mis sentimientos, creencias, miedos, preocupaciones, con los demás (ni siquiera con miembros de mi familia). No me atrevo a verbalizar todo lo que pienso y siento respecto a la discapacidad (creo que nadie me comprendería, es demasiado difícil exteriorizarlo…)
  • Reconozco que tengo cierta dependencia de mi hijo. Al final, sufro más yo que él cuando nos separamos. Por eso, siento que limito sus oportunidades para realizar nuevas actividades o tener contacto con otras personas (me da miedo, no quiero que sufra, prefiero protegerlo…). Siento que llevo a mi hijo en el bolsillo… y, aun así, no sé cómo cambiar.
¿En cuántas de estas “señales de alerta” te reconoces?